jueves, 4 de abril de 2013

El Cielo ocultado en el Tártaro por la pestilente nube negra

Por un tiempo el Cielo brilló con más belleza que el oro. Maat se alió con Cupido y ocupó su misión arcóntica en el universo celeste. Horus era el ser más feliz de las deidades, por la alianza de estos dos dioses, los cuales se habían puesto de acuerdo para abrirle la puerta de la vida al Cielo y de la eudaimonía al Sol, causando éste, el mismo sentimiento en el Cielo. Durante esa época el Sol iluminaba al Cielo con su luz. La consecuencia: el Cielo resaltaba con su mágico y divino color azul. Pero también el calor del Sol llenaba al Cielo de vitalidad, animando éste a todo ser del universo, a la armonía celestial que tenía con “su” Sol. Este orden cósmico era el paradigma de belleza para las estructuras del universo y de los espíritus inteligentes y volentes.

No obstante, la armonía no era eterna. Empezó en un punto de la línea del tiempo, un 25 de marzo de uno de los años de nuestro Señor, cuando en varias partes del mundo se hablaba de que pronto llegaría el fin. Esta armonía celestial convocó como testigos a varios fenómenos de la naturaleza, los cuales, sobre todas las cosas conspiraron a su favor. Esta armonía del Cielo y el Sol se vio en varias partes del mundo. Pero pronto llegaría a su fin. El Cielo se había regido siempre por la costumbre y no por el amor. Entonces, en un cerrar y abrir de ojos, cuando Set lo llamaba a su regazo, donde había vivido por mucho tiempo, el Cielo decide regresar para vivir en la oscuridad, el caos y el desierto total, antes que vivir saltando de perfecta alegría por los efectos que en él causaban la luz y el calor de “su” Sol. Todo comienza a oscurecerse. El Sol da luz y calor, porque esa es su naturaleza, pero ya no hay un cielo a quien complacer.
Asimismo, en la portada del Cielo se aprecia una inmensa nube negra, la cual impide la perfecta visión de su verdadero color azul. Es más, cualquiera que intente ver el color celestial, al acercarse a esta nube, se alejará rápidamente porque tiene un hedor insoportable. Esta desgraciada y pestilente nube hace de guachimán del Cielo, no permitiéndole que pueda ver la luz del Sol ni disfrutar de su calor. Set envío ahí a esa nube para ocultar al Cielo en el Tártaro, de modo que, si intentara salir a ver la luz del Sol, las cadenas de la muerte lo regresen por el túnel del Hades, sin que nadie pueda ayudarle, sino sólo la fuerza de su voluntad para ver la luz del Sol y ser feliz el resto de sus días... Sin embargo, a pesar de todo, el Cielo siempre será Cielo para el Sol, y el Sol siempre será Sol para el Cielo... Nada cambiará hasta el fin del mundo. Así será siempre!!!