El método
clínico psicoanalítico en el tratamiento terapéutico ha sido idealizado casi
desde que su fundador, Sigmund Freud, puso los parámetros de este procedimiento
como una herramienta curativa para los enfermos mentales de histeria o
neurosis. A través de este método se trataba de hacer consciente lo
inconsciente y colocar el conflicto psíquico en un lugar desde el cual pueda
ser reaprehendido y trabajado por el paciente mediante el insight[1].
Sin embargo, se trataba de experiencias particulares que Freud iba adquiriendo
desde que ayudaba a su amigo el Dr. Joseph Breuer y atendía a la paciente de
éste, Anna O. Estas experiencias con pacientes lo llevaron a la elaboración de
su teoría psicoanalítica como método terapéutico clínico para trastornados mentales.
Así, si las experiencias particulares pueden convertirse en una Teoría
científica y en paradigma de tratamiento terapéutico como el Psicoanálisis,
podríamos decir con Charles Taylor, que “una experiencia no puede tener ningún
contenido si no se puede decir nada de ella”[2].Y
esta postura metodológica y clínica, dio y da mucho de qué hablar, desde su
génesis hasta hoy. Además, “todas las experiencias requieren algún vocabulario,
que inevitablemente recibimos ante todo de la sociedad que nos rodea por más
transformaciones que podamos introducir ulteriormente en él”[3].
De este modo, el vocabulario en este
tratamiento terapéutico clínico, tiene sus fundamentos en el Psicoanálisis de
Freud, el cual influyó tanto no solo en la Medicina, sino en la mayor parte de
las Ciencias, inclusive en la Filosofía y Teología. Pero podríamos
preguntarnos, respecto a este método terapéutico, ¿es absoluto? ¿Resuelve todos
los enigmas de las enfermedades mentales? Me atrevo a decir que no, pues no es
el único método terapéutico para tratar este tipo de enfermedades. Más aún,
aunque se le considere una ciencia, la Ciencia siempre está basada en teorías
que responden y resuelven determinados problemas. Esto hace a la vida más
cómoda. Y entonces, en términos de Thomas Kunh, hemos llegado a un “paradigma
científico”[4] que es, justamente, lo que
ocurrió con el Psicoanálisis, pues se pensó que resolvía todos los fenómenos
psíquicos de las enfermedades mentales del ser humano y, por tanto, que
explicaba la totalidad del laberinto de la mente humana. Es más, quienes
creyeron esto, olvidaron que todo método científico, que es el de la Ciencia,
se basa en resultados obtenidos a través de la experiencia de una parte de la
realidad, no de todo. Luego, no habría autoridad para pretender tener la Verdad
cuando sólo se ha experimentado una parte de la realidad, ya que “desde un
punto de vista lógico dista mucho de ser obvio que estemos justificados al
inferir enunciados universales partiendo de enunciados singulares, por elevado
que sea su número; pues corre el riesgo de resultar un día falsa”[5].
Indudablemente, es eso lo que ocurre
con la ciencia empírica, en este caso con el Psicoanálisis. Incurre también en
el problema de la inducción, por la misma razón de basarse en conocimientos
obtenidos empíricamente a través de las experiencias de Freud con sus pacientes
en la clínica. Sin embargo, hay que reconocer que estas experiencias no son de
toda realidad y, por tanto, no se puede llegar a conclusiones universales, como
si hubieran alcanzado la verdad absoluta. Este caso resulta ser una verdad
relativa, la verdad de las experiencias de Freud, ateniendo a la tesis de
Protágoras, sofista griego, de que “el hombre es la medida de todas las cosas,
de las que son en cuanto que son, de las que no son en cuanto que no son”[6].
Así, esta verdad freudiana como método terapéutico clínico, resulta
cuestionable, porque inclusive cuando hablamos de experiencias, se podría
afirmar junto con Erich Fromm, de que “nunca una experiencia de una persona es
idéntica a la experiencia de otra. De hecho, hasta la experiencia de una misma
persona no es nunca la misma en ocasiones diferentes, porque nadie es
exactamente el mismo en dos momentos de su vida”[7].
O, en todo caso podría ser el mismo, pero no lo mismo. Entonces, ¿cómo
podríamos pretender que el Psicoanálisis resuelve todo respecto a la mente
humana y sus traumas? No habría certeza absoluta en la respuesta. No obstante,
si nos encontramos entre el vacío de la ignorancia y lo ya conocido
(psicoanálisis), es preferible darle la razón a Clifford, de que es “mejor arriesgarse
a perder la verdad que a caer en el error[8].
Además, si abandonáramos la teoría
sin que haya otra que explique mejor los problemas que el Psicoanálisis,
entonces caeríamos en el vacío científico. De ahí que, “rechazar un paradigma
sin ser remplazado por otro, es rechazar a la misma ciencia”[9].
En otras palabras, debemos ser aliados de una teoría, cuando por sus éxitos en
la resolución de problemas, es considerada un paradigma científico, porque goza
de la etapa de “ciencia normal”. Y el
Psicoanálisis gozó de esto por mucho tiempo, de tal forma que hizo creer a
muchos que era lo más grande que había para tratar los asuntos de las
enfermedades de la mente. Así, Freud se convirtió en el “Maestro” del
psicoanálisis, un Argumento de Autoridad de muchos seguidores suyos, que
fundamentaban y fundamentan sus posturas metodológicas y tratamientos terapéuticos
en el freudianismo. Con todo, los psicoanalistas, por su naturaleza volitiva,
como todos nosotros, son libres de seguir basando sus tratamientos terapéuticos
en la Teoría psicoanalítica de Freud. Además, como dice William James, “se
trata también de una elección; pero hagamos la elección que hagamos, la hacemos
por nuestra cuenta y riesgo”[10],
ya que en el mundo de las teorías científicas, estamos en un espacio abierto,
donde con frecuencia se siente la fuerza de los vientos de ciertas posturas metodológicas,
que empujan en una dirección y otra, moviendo e influyendo por doquier, a
estudiosos interesados en explicar los enigmas de los trastornos mentales.
Así, como es por muchos conocido, aunque
hay profesionales aficionados que aún trabajan con las teorías freudianas
psicoanalíticas, utilizando la “Asociación libre”, técnica que consiste en
“sacar a la luz del día lo reprimido, mediante una terapia asentada en el habla
y en la asociación de las palabras que permita sondear el inconsciente”[11],
como Regla fundamental en sus tratamientos con personas que sufren de
trastornos mentales, hay que reconocer que en este método y técnica de
tratamiento terapéutico, como dice la periodista Karin Obholzer, en su libro “The
Wolf-Man: conversations with Freud's
patient sixty years later”: “Hay una gran divergencia entre la
evolución de los casos clínicos tal como Freud los relata en sus textos y los
casos reales”[12]. De hecho, la elaboración
teórica tiene una apariencia sólida, ya que el punto de vista conceptual goza
de coherencia lógica y, literalmente, la teoría es persuasiva, agradable de
leer. Por esta razón, no siempre habrá consecuencia lógica entre lo que dice la
teoría freudiana y la realidad de los hechos. Aparte, “la ausencia de evidencia
experimental favorable es admitida tanto por partidarios como por opositores”[13]
del Psicoanálisis. Así, en palabras del filósofo Paul Ricoeur, esta teoría se
ha convertido en una “hermenéutica de la
sospecha”, ya que “busca el engaño en el lenguaje y desestabiliza nuestra
usual confianza en los significados claros y obvios”[14].
De este modo, esta verdad del Psicoanálisis hace reaccionar al epistemólogo
Mario Bunge, el mismo que lo considera como pseudociencia, puesto que carece de
consistencia externa y que, a su juicio, “mientras las diferentes disciplinas
científicas interactúan apoyándose las unas en las otras, tanto en sus aspectos
teóricos como empíricos, el grave problema de esta disciplina consiste en que
está aislada del resto del conocimiento y no interactúa con disciplinas
obviamente pertinentes, tales como la psicología experimental, la neurociencia
cognitiva y las ciencias biológicas”[15].
Así, el Psicoanálisis como “disciplina científica” se ha convertido en una
postura anti-empirista y, por tanto, anticientífica, ya que según Popper, al
ser infalsable, deja se ser ciencia. Más aún, la posibilidad de intentar
explicar todo resulta atractiva para muchos, pero deja de serlo cuando se
piensa que una teoría es más útil cuando más se arriesga a fallar. En realidad,
esa es la naturaleza de la ciencia, pues nunca es estática, inmutable, sino más
bien, contingente, imperfecta. La ciencia siempre es revolucionaria y está en
constante cambio. De no ser así, sería una entidad paralizada, contraria a la
ciencia misma. Y esta es justamente, la debilidad del Psicoanálisis, el
pretender ser una teoría acrítica respecto a sus propias leyes, las mismas que
no son puestas a prueba y, como consecuencia, incurre en problemas pragmáticos
y empíricos. Evidentemente, la riqueza literaria y retórica se su teoría, puede
resultar persuasiva, pero no reemplaza a la investigación empírica.
En consecuencia, el método clínico psicoanalítico de Freud, como tratamiento
terapéutico en enfermos de trastornos mentales, ha sido idealizado sí, pero porque
pretendió resolver todos los enigmas de la mente humana, sobre todo cuando se
trataba de enfermedades psiquiátricas que tienen que ver con la histeria o
neurosis. Esto le dio la gloria de convertirlo, desde sus inicios, en un cuasi paradigma
“científico” a la hora de tratar a los pacientes con estas enfermedades, pero
que al analizar la consecuencia lógica entre la relación conceptual de la
teoría con la praxis, se encuentra muchas deficiencias, pues la teoría es
persuasiva, pero carece de evidencia empírica. Si bien es cierto, Freud tuvo
tanta fama por su Psicoanálisis, de tal forma que se convirtió en Argumento de
autoridad de muchos, que por afición propia eligieron libremente trabajar con
sus posturas metodológicas y terapéuticas, hay que reconocer también, que por
el mismo hecho de que haya pretendido explicarlo todo respecto a la mente
humana, y tal vez, con la intensión de ser infalsable, termina siendo una utopía
conceptual y lejos de aplicar sus principios a la realidad. Esto le valió el precio
de muchas críticas de teóricos que no están de acuerdo con el cuasi imperio
psicoanalítico freudiano, entre ellos Karl Popper, Paul Ricoeur, Mario Bunge o
Wittgenstein, quien en su lectura del Psicoanálisis, dice que “la aceptación de
una razón hallada, es asunto de persuasión más que de hipótesis causal”[16].
Así, de una razón no siempre se sigue una acción. No obstante, a pesar de todo,
según Wittgenstein, el Psicoanálisis se convirtió en una “mitología poderosa”[17],
opacando a otras posturas metodológicas y terapéuticas, como las gestálticas,
conductuales, cognitivas, entre otras. Efectivamente, la teoría psicoanalítica
es la más idealizada y la más influyente, pero no es suficiente. ¡Otras teorías
son posibles!
[1] Según http://es.wikipedia.org/wiki/Insight_(psicolog%C3%ADa) el Insight es un término
utilizado en Psicología proveniente del inglés que se puede traducir al español
como "visión interna" o más genéricamente "percepción" o
"entendimiento". Se usa para designar la comprensión de algo (este
término fue introducido por la psicología Gestalt). Se distinguen tres tipos de
Insight: 1.- Insight intelectual: Es el conocimiento a través de la
lectura, o incluso durante una terapia, pero que no comporta la necesaria y
profunda participación emocional de cara al cambio de la estructura personal. 2.-
Insight emocional o visceral: Es aquel que aporta una clara conciencia,
comprensión y sentimiento en lo más profundo del ser, respecto al significado
de las conductas personales, y gracias al cual podrían darse las modificaciones
positivas de la personalidad. 3.- Insight estructural: Es el
conocimiento consciente o inconsciente del sujeto que adquiere, emplea y
proyecta por medio de la unión de estructuras.
[2] TAYLOR, Charles. Las variedades de la religión hoy. Paidós, Barcelona: 2003. P.38.
[3] Ibíd., p.39.
[4] Cf. KUNH Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura
Económica, México, 2000. P. 168.
[5] POPPER, Karl. Lógica de la investigación científica. Editorial Tecnos, Madrid,
1962. Pág. 27.
[10] JAMES, William. La voluntad de creer. Editorial Tecnos, Madrid, 2003. Pág. 180.
[11] HUISMAN, Denis. Diccionario de las mil obras clave del pensamiento. Editorial
Tecnos, Madrid, 1997. Psicoanálisis. Cinco conferencias en la Clark University.
Pág. 519.
[15] Cf. Ibíd.
[17] Ibíd.