sábado, 9 de agosto de 2014

¿ES SUFICIENTE LA TEORÍA PSICOANALÍTICA COMO TRATAMIENTO TERAPÉUTICO CLÍNICO?

 El método clínico psicoanalítico en el tratamiento terapéutico ha sido idealizado casi desde que su fundador, Sigmund Freud, puso los parámetros de este procedimiento como una herramienta curativa para los enfermos mentales de histeria o neurosis. A través de este método se trataba de hacer consciente lo inconsciente y colocar el conflicto psíquico en un lugar desde el cual pueda ser reaprehendido y trabajado por el paciente mediante el insight[1]. Sin embargo, se trataba de experiencias particulares que Freud iba adquiriendo desde que ayudaba a su amigo el Dr. Joseph Breuer y atendía a la paciente de éste, Anna O. Estas experiencias con pacientes lo llevaron a la elaboración de su teoría psicoanalítica como método terapéutico clínico para trastornados mentales. Así, si las experiencias particulares pueden convertirse en una Teoría científica y en paradigma de tratamiento terapéutico como el Psicoanálisis, podríamos decir con Charles Taylor, que “una experiencia no puede tener ningún contenido si no se puede decir nada de ella”[2].Y esta postura metodológica y clínica, dio y da mucho de qué hablar, desde su génesis hasta hoy. Además, “todas las experiencias requieren algún vocabulario, que inevitablemente recibimos ante todo de la sociedad que nos rodea por más transformaciones que podamos introducir ulteriormente en él”[3].  

De este modo, el vocabulario en este tratamiento terapéutico clínico, tiene sus fundamentos en el Psicoanálisis de Freud, el cual influyó tanto no solo en la Medicina, sino en la mayor parte de las Ciencias, inclusive en la Filosofía y Teología. Pero podríamos preguntarnos, respecto a este método terapéutico, ¿es absoluto? ¿Resuelve todos los enigmas de las enfermedades mentales? Me atrevo a decir que no, pues no es el único método terapéutico para tratar este tipo de enfermedades. Más aún, aunque se le considere una ciencia, la Ciencia siempre está basada en teorías que responden y resuelven determinados problemas. Esto hace a la vida más cómoda. Y entonces, en términos de Thomas Kunh, hemos llegado a un “paradigma científico”[4] que es, justamente, lo que ocurrió con el Psicoanálisis, pues se pensó que resolvía todos los fenómenos psíquicos de las enfermedades mentales del ser humano y, por tanto, que explicaba la totalidad del laberinto de la mente humana. Es más, quienes creyeron esto, olvidaron que todo método científico, que es el de la Ciencia, se basa en resultados obtenidos a través de la experiencia de una parte de la realidad, no de todo. Luego, no habría autoridad para pretender tener la Verdad cuando sólo se ha experimentado una parte de la realidad, ya que “desde un punto de vista lógico dista mucho de ser obvio que estemos justificados al inferir enunciados universales partiendo de enunciados singulares, por elevado que sea su número; pues corre el riesgo de resultar un día falsa”[5].

Indudablemente, es eso lo que ocurre con la ciencia empírica, en este caso con el Psicoanálisis. Incurre también en el problema de la inducción, por la misma razón de basarse en conocimientos obtenidos empíricamente a través de las experiencias de Freud con sus pacientes en la clínica. Sin embargo, hay que reconocer que estas experiencias no son de toda realidad y, por tanto, no se puede llegar a conclusiones universales, como si hubieran alcanzado la verdad absoluta. Este caso resulta ser una verdad relativa, la verdad de las experiencias de Freud, ateniendo a la tesis de Protágoras, sofista griego, de que “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, de las que no son en cuanto que no son”[6]. Así, esta verdad freudiana como método terapéutico clínico, resulta cuestionable, porque inclusive cuando hablamos de experiencias, se podría afirmar junto con Erich Fromm, de que “nunca una experiencia de una persona es idéntica a la experiencia de otra. De hecho, hasta la experiencia de una misma persona no es nunca la misma en ocasiones diferentes, porque nadie es exactamente el mismo en dos momentos de su vida”[7]. O, en todo caso podría ser el mismo, pero no lo mismo. Entonces, ¿cómo podríamos pretender que el Psicoanálisis resuelve todo respecto a la mente humana y sus traumas? No habría certeza absoluta en la respuesta. No obstante, si nos encontramos entre el vacío de la ignorancia y lo ya conocido (psicoanálisis), es preferible darle la razón a Clifford, de que es “mejor arriesgarse a perder la verdad que a caer en el error[8].

Además, si abandonáramos la teoría sin que haya otra que explique mejor los problemas que el Psicoanálisis, entonces caeríamos en el vacío científico. De ahí que, “rechazar un paradigma sin ser remplazado por otro, es rechazar a la misma ciencia”[9]. En otras palabras, debemos ser aliados de una teoría, cuando por sus éxitos en la resolución de problemas, es considerada un paradigma científico, porque goza de la etapa de “ciencia normal”. Y el Psicoanálisis gozó de esto por mucho tiempo, de tal forma que hizo creer a muchos que era lo más grande que había para tratar los asuntos de las enfermedades de la mente. Así, Freud se convirtió en el “Maestro” del psicoanálisis, un Argumento de Autoridad de muchos seguidores suyos, que fundamentaban y fundamentan sus posturas metodológicas y tratamientos terapéuticos en el freudianismo. Con todo, los psicoanalistas, por su naturaleza volitiva, como todos nosotros, son libres de seguir basando sus tratamientos terapéuticos en la Teoría psicoanalítica de Freud. Además, como dice William James, “se trata también de una elección; pero hagamos la elección que hagamos, la hacemos por nuestra cuenta y riesgo”[10], ya que en el mundo de las teorías científicas, estamos en un espacio abierto, donde con frecuencia se siente la fuerza de los vientos de ciertas posturas metodológicas, que empujan en una dirección y otra, moviendo e influyendo por doquier, a estudiosos interesados en explicar los enigmas de los trastornos mentales.  

Así, como es por muchos conocido, aunque hay profesionales aficionados que aún trabajan con las teorías freudianas psicoanalíticas, utilizando la “Asociación libre”, técnica que consiste en “sacar a la luz del día lo reprimido, mediante una terapia asentada en el habla y en la asociación de las palabras que permita sondear el inconsciente”[11], como Regla fundamental en sus tratamientos con personas que sufren de trastornos mentales, hay que reconocer que en este método y técnica de tratamiento terapéutico, como dice la periodista Karin Obholzer, en su libro “The Wolf-Man: conversations with Freud's patient sixty years later”: “Hay una gran divergencia entre la evolución de los casos clínicos tal como Freud los relata en sus textos y los casos reales”[12]. De hecho, la elaboración teórica tiene una apariencia sólida, ya que el punto de vista conceptual goza de coherencia lógica y, literalmente, la teoría es persuasiva, agradable de leer. Por esta razón, no siempre habrá consecuencia lógica entre lo que dice la teoría freudiana y la realidad de los hechos. Aparte, “la ausencia de evidencia experimental favorable es admitida tanto por partidarios como por opositores”[13] del Psicoanálisis. Así, en palabras del filósofo Paul Ricoeur, esta teoría se ha convertido en una “hermenéutica de la sospecha”, ya que “busca el engaño en el lenguaje y desestabiliza nuestra usual confianza en los significados claros y obvios”[14].

De este modo, esta verdad del Psicoanálisis hace reaccionar al epistemólogo Mario Bunge, el mismo que lo considera como pseudociencia, puesto que carece de consistencia externa y que, a su juicio, “mientras las diferentes disciplinas científicas interactúan apoyándose las unas en las otras, tanto en sus aspectos teóricos como empíricos, el grave problema de esta disciplina consiste en que está aislada del resto del conocimiento y no interactúa con disciplinas obviamente pertinentes, tales como la psicología experimental, la neurociencia cognitiva y las ciencias biológicas”[15]. Así, el Psicoanálisis como “disciplina científica” se ha convertido en una postura anti-empirista y, por tanto, anticientífica, ya que según Popper, al ser infalsable, deja se ser ciencia. Más aún, la posibilidad de intentar explicar todo resulta atractiva para muchos, pero deja de serlo cuando se piensa que una teoría es más útil cuando más se arriesga a fallar. En realidad, esa es la naturaleza de la ciencia, pues nunca es estática, inmutable, sino más bien, contingente, imperfecta. La ciencia siempre es revolucionaria y está en constante cambio. De no ser así, sería una entidad paralizada, contraria a la ciencia misma. Y esta es justamente, la debilidad del Psicoanálisis, el pretender ser una teoría acrítica respecto a sus propias leyes, las mismas que no son puestas a prueba y, como consecuencia, incurre en problemas pragmáticos y empíricos. Evidentemente, la riqueza literaria y retórica se su teoría, puede resultar persuasiva, pero no reemplaza a la investigación empírica.

En consecuencia, el método clínico psicoanalítico de Freud, como tratamiento terapéutico en enfermos de trastornos mentales, ha sido idealizado sí, pero porque pretendió resolver todos los enigmas de la mente humana, sobre todo cuando se trataba de enfermedades psiquiátricas que tienen que ver con la histeria o neurosis. Esto le dio la gloria de convertirlo, desde sus inicios, en un cuasi paradigma “científico” a la hora de tratar a los pacientes con estas enfermedades, pero que al analizar la consecuencia lógica entre la relación conceptual de la teoría con la praxis, se encuentra muchas deficiencias, pues la teoría es persuasiva, pero carece de evidencia empírica. Si bien es cierto, Freud tuvo tanta fama por su Psicoanálisis, de tal forma que se convirtió en Argumento de autoridad de muchos, que por afición propia eligieron libremente trabajar con sus posturas metodológicas y terapéuticas, hay que reconocer también, que por el mismo hecho de que haya pretendido explicarlo todo respecto a la mente humana, y tal vez, con la intensión de ser infalsable, termina siendo una utopía conceptual y lejos de aplicar sus principios a la realidad. Esto le valió el precio de muchas críticas de teóricos que no están de acuerdo con el cuasi imperio psicoanalítico freudiano, entre ellos Karl Popper, Paul Ricoeur, Mario Bunge o Wittgenstein, quien en su lectura del Psicoanálisis, dice que “la aceptación de una razón hallada, es asunto de persuasión más que de hipótesis causal”[16]. Así, de una razón no siempre se sigue una acción. No obstante, a pesar de todo, según Wittgenstein, el Psicoanálisis se convirtió en una “mitología poderosa[17], opacando a otras posturas metodológicas y terapéuticas, como las gestálticas, conductuales, cognitivas, entre otras. Efectivamente, la teoría psicoanalítica es la más idealizada y la más influyente, pero no es suficiente. ¡Otras teorías son posibles!  


[1] Según http://es.wikipedia.org/wiki/Insight_(psicolog%C3%ADa) el Insight es un término utilizado en Psicología proveniente del inglés que se puede traducir al español como "visión interna" o más genéricamente "percepción" o "entendimiento". Se usa para designar la comprensión de algo (este término fue introducido por la psicología Gestalt). Se distinguen tres tipos de Insight: 1.- Insight intelectual: Es el conocimiento a través de la lectura, o incluso durante una terapia, pero que no comporta la necesaria y profunda participación emocional de cara al cambio de la estructura personal. 2.- Insight emocional o visceral: Es aquel que aporta una clara conciencia, comprensión y sentimiento en lo más profundo del ser, respecto al significado de las conductas personales, y gracias al cual podrían darse las modificaciones positivas de la personalidad. 3.- Insight estructural: Es el conocimiento consciente o inconsciente del sujeto que adquiere, emplea y proyecta por medio de la unión de estructuras.
[2] TAYLOR, Charles. Las variedades de la religión hoy. Paidós, Barcelona: 2003. P.38.
[3] Ibíd., p.39.
[4] Cf. KUNH Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica, México, 2000. P. 168.
[5] POPPER, Karl. Lógica de la investigación científica. Editorial Tecnos, Madrid, 1962. Pág. 27.
[8] TAYLOR, Charles. Las variedades de la religión hoy. Op. Cit., p. 68.
[9] KUNH, Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. Op. Cit.
[10] JAMES, William. La voluntad de creer. Editorial Tecnos, Madrid, 2003. Pág. 180.
[11] HUISMAN, Denis. Diccionario de las mil obras clave del pensamiento. Editorial Tecnos, Madrid, 1997. Psicoanálisis. Cinco conferencias en la Clark University. Pág. 519.
[15] Cf. Ibíd. 
[17] Ibíd.