sábado, 1 de noviembre de 2014

EL CURANDERISMO EN LA LAGUNA NEGRA DE HUANCABAMBA

Resumen

De las Huaringas de Huancabamba (Piura-Perú), por sus virtudes curativas, la Laguna Negra es la preferida por los maestros curanderos, para el ejercicio de los rituales medicinales, a través de las limpias y florecimientos, los mismos que tienen que ver con la sanación de los males del cuerpo y del alma. Estos rituales constan de cuatro partes imprescindibles, las cuales son las siguientes: Primera, el pago a la laguna; segunda, la invocación a las fuerzas naturales y divinas; tercera, las limpias (ingiriendo tabaco nasalmente, limpias con espadas y varas, y el baño en la laguna) y cuarta, el florecimiento.

Introducción

El curanderismo mediante la experiencia y habilidad del chamanismo es una práctica ancestral, no sólo en nuestra cultura huancabambina, sino en varias regiones de nuestro Perú y también en las principales civilizaciones de la historia de la humanidad. Entre los judíos, griegos y egipcios vemos a personas con parecidas características a quienes en esta parte del Perú se les conoce como “maestro”, “adivino”, “curandero” o “brujo”. Sin embargo, la peculiaridad de los curanderos de esta provincia es la relación que su actividad curanderil tiene con las muy conocidas lagunas de las “Huaringas”. No hay maestro curandero que su trabajo no se relacione con estas aguas. Esto hace que todos los días, sea en tiempos de invierno o de verano estas lagunas sean concurridas por muchísima gente, la mayor parte de ésta, con el amable servicio de un curandero.

Son catorce las lagunas conocidas y visitadas en esta parte de la zona norte de Piura, pero la mayoría de las cuales son solo visitadas por motivos devocionales y turísticos. Entre estas encontramos: la “laguna del rey”, la “laguna del pato”, la “la laguna de las palanganas”, la “laguna del toro”, etc. Aparte de éstas, las más visitadas son la Laguna del Shimbe o conocida como Laguna Blanca y la Laguna Negra o Laguna Huaringa o Huaringa Negra. Esta laguna da su nombre a todas las demás. Por esto es considerada sagrada y la más importante. Ahora bien, si se trata de ver cuál es la más concurrida de todas, indudablemente es la Laguna Negra. Luego, es en ésta donde se ve en mayores cantidades de gente el trabajo de los “maestros curanderos”. Personalmente, la he visitado en cuatro ocasiones, pero jamás me he relacionado con un brujo para ir a bañarme a estas aguas. Así que, cuando me han preguntado con qué maestro he ido, les respondía que yo era maestro. Es que para la gente de esta zona es inconcebible que una persona se pueda bañar en estas aguas prescindiendo del servicio de un maestro curandero, sobre todo, por los pagos que éstos le hacen a la laguna antes de empezar sus ritos.

Siempre he pensado que las propiedades curativas para algunos males de las personas están en las aguas de estas lagunas y en el lugar, puro y fresco. Definitivamente, un baño en estas aguas le renueva las energías a una persona. Sin embargo, había misterio que me faltaba descubrir. Y era justo la razón por la cual se le considera como “Laguna Sagrada” y recibe más gente desde tempranas horas de la mañana. Don Feciliano Chasquero Surita, curandero reconocido del caserío de Salalá, quien me permitió participar de su ritos, me explicaría el por qué los maestros curanderos se relacionan más con esta laguna. No se trataba de una simple devoción como antes creía. Había mucho que descubrir en las orillas de estas aguas. Luego, mi trabajo de investigación etnográfica para el curso “Cátedra Señor de Sipán”, no solo me ha hecho regresar a bañarme y “eliminar la energía negativa”, sino sobre todo, me ha imbuido en estas costumbres y tradiciones de mi pueblo, y me ha ayudado a apreciar más a lo nuestro y a fortalecer mi orgullo de identificarme como hijo de la cultura huancabambina. ¡Ha sido una experiencia gratificante! Espero que este trabajo ayude también, a conocer más lo que significa el curanderismo en la Laguna Negra de Huancabamba. 

Resultados

Me parece pertinente que para conocer más sobre la relación de los maestros curanderos con la Laguna Negra, hay que saber cómo llegar. De Huancabamba se debe tomar un carro (combi o auto). Estos carros generalmente salen entre 3:30am y 4:00am. Hay que llegar hasta un lugar llamado Selva Andina, más conocido como El Porvenir de Sierra Alta. En este lugar el visitante encuentra a muchos campesinos de la zona que alquilan sus “bestias” como ellos les dicen, para ir a la laguna. El que desea ir en “bestia” sólo debe pagar entre 15 y 20 nuevos soles y va acompañado del dueño del animal la ida y la vuelta. El que quiere caminar lo puede hacer y llega a la laguna en un tiempo de 45 minutos a una hora. Entonces, si hemos salido de Huancabamba a la hora ya indicada, en la Laguna Negra estamos más o menos a las 8:00am, a una altura de 3,957 m.s.n.m. Hemos llegado ya a la laguna considerada “sagrada” por excelencia y preferida de los maestros curanderos.

Como ya le había pedido a don Feliciano Chasquero Surita[1], que me permitiera participar en sus ritos y que me brinde la información de lo que significa, entonces como uno de sus pacientes, pero con inquietudes sanas e investigativas, participé en estos ritos[2]. Afortunadamente, para empezar, la laguna estaba “tranquila”. Entonces se empieza a arreglar la mesa, la misma que consiste en espadas de diferentes tamaños, imágenes de santos, calaveras, huacos, cuernos, entre otras cosas. Seguidamente, el curandero, presidente de la ceremonia, hace los pagos respectivos a la laguna. Escupe a ésta primero con agua florida, tabú, etc. Seguidamente lo hace con azúcar blando, maíz blando, flores blancas y lima. Según don Feliciano, es esto lo que reclama la laguna para que deje trabajar al maestro. Entonces, cesa el viento y la llovizna y don Feliciano puede continuar su trabajo con el permiso de las aguas. No obstante, como había más maestros con sus respectivos pacientes, se supone que no todos hacían el pago como la laguna reclama. Entonces, la laguna se enfurecía y bajaba el viento y la llovizna. Lo sorprendente es que, mientras don Feliciano hacía su trabajo, en dos oportunidades sucedió esto y, para que pueda seguir, uno de sus ayudantes le escupía aguardiente de primera e inmediatamente la tempestad pasaba. Científicamente no podría explicar esto, pero es así como ocurrió. Frente a esto, un colega con el que fui me dijo: “aquí debería estar Einstein para que nos haga entender sobre la relación de las energías”.

Para don Feliciano y todos los curanderos, las aguas de la laguna, con fines medicinales, nunca se deben utilizar prescindiendo de los pagos e invocaciones para obtener permiso y garantizar el rito de las “limpias” y los “florecimientos”, pues se trata de un acto de reciprocidad. El maestro curandero entrega (paga) a la laguna las ofrendas que ésta prefiere y a cambio recibe el permiso para hacer un buen trabajo. Aparte de eso, don Feliciano invoca a la laguna, a Dios y a sus santos a través de cánticos, donde se ayuda con una maraca. Luego, estos ritos no excluyen la fe católica. Este tipo de pensamiento mezcla el poder de la naturaleza y el poder de Dios y de todos sus santos. De este modo, el acto curativo realizado por el maestro (brujo) no es en nombre propio, sino en nombre de Dios y de sus santos, de la laguna y de su cordillera. Esa es la ideología de los maestros.

Seguidamente viene el momento de las limpias de alma y cuerpo. Es el momento donde se debe “singar el tabaco” en un caparazón de concha marina. Se hace primero por la fosa nasal derecha y luego por la fosa nasal izquierda. El tabaco está mesclado con aguardiente de primera. Mientras el paciente va singando, simultáneamente va arrojando (vomitando) lo malo. Una de las peculiaridades de este acto curativo es que, aunque el paciente haya tomado desayuno, al ingerir nasalmente el tabaco, lo que expulsa es el mal hechizo, mas no la comida recientemente ingerida. En efecto, el objetivo con esto es eliminar todas las malezas que en ese momento están en el estómago. Después de esto, viene la “limpieza con las espadas y varas de membrillo”. Se hace desde la cabeza hasta los pies, mientras se va invocando el nombre de la laguna, de los santos y de Dios. El fin de este acto es desechar las energías negativas del cuerpo. Finalmente, esta parte de las limpias termina con el “baño en la laguna”. El curandero recomienda que se zambulla tres veces para que sea eficiente. El número tres está relacionado con lo perfecto, lo completo. Luego, con este baño se descarga a la laguna, la energía negativa que no ha podido ser eliminada con las espadas y las varas. 

Finalmente, una vez que la persona ha sido limpiada de todos los males, corporales y espirituales, producidos por el hombre y por causas sobrenaturales como: “malos vientos”, “pisadas de cerro”, “encantos” o “sustos”; una vez recuperada la energía positiva, la fuerza y el poder para seguir luchando en la vida, el curandero pide a sus pacientes que se vistan adecuadamente y que dejen sus prendas menores a la orilla de la laguna[3], para que con ellas se queden los males corporales y espirituales. De esta forma, el paciente está preparado para el florecimiento, el mismo que consiste en una escupida con maíz blanco y flores blancas, además de talco perfumado con tabú y jazmín. Las partes del cuerpo donde se debe escupir son el pecho y la espalda. Se supone que con esto el paciente se ha recargado de energía positiva. Está listo para descender de la cordillera. El rito ha terminado y es hora de regresar a casa. Todo esto demora un tiempo aproximado de dos horas. Lo que no he visto, es que al final del rito se haga un pago adicional a la laguna, como señal de agradecimiento. Luego, a la laguna se le hace un solo pago, solamente aquel para pedir permiso de poder trabajar.

Conclusiones

Las Huaringas de Huancabamba (Piura-Perú), en especial la Laguna Negra constituye el centro ceremonial más importante del curanderismo norperuano. Esta laguna tiene su reconocida fama no solo en la población de Piura, sino a lo largo y ancho del Perú y también en algunos países extranjeros. Esto se sabe porque los pacientes que los maestros a diario reciben, en su mayor número no son de Piura sino de otras regiones del Perú y también del extranjero. Justamente, el curanderismo en esta parte del Perú, depende obligatoriamente de estas aguas. Sin estas lagunas, el curanderismo de esta región simplemente no existiría o al menos no tendría la reconocida fama que tiene. Es cierto que hubo legendarios curanderos que han dejado su legado a las generaciones presentes, pero la fama curandera de Huancabamba no sólo le debe a estos ilustres y recordados hombres, sino sobre todo a los “poderes” que se le atribuyen a estas aguas, en especial, a las virtudes de la Laguna Negra. 

En esta laguna, según lo que he podido observar en el desarrollo del rito, el maestro curandero hace la función de sacerdote. ¿De qué forma? Al invocar a las fuerzas naturales y divinas, es decir, al suplicar la intervención de los espíritus de la laguna y la cordillera, de Dios y de sus santos. Luego, los maestros curanderos tienen una fe sincrética, pues mezclan su convicción religiosa católica con su creencia en las fuerzas y poderes de la naturaleza (de la laguna negra y de su cordillera). Indudablemente, la invocación a los espíritus y la comunicación con ellos, ha sido sólo reservada a los sacerdotes. Y en esta laguna y también en las demás, son los maestros curanderos los que esto hacen. De hecho podría decir, que las personas que a esto se dedican en este lugar, son los sacerdotes de la laguna. Asimismo, al igual que en la religión cristiana con tradición sacerdotal, hay la costumbre de las bendiciones y aspersiones de agua bendita con el fin de renovarse espiritualmente, lo que se conoce como sacramental, creo que los actos ceremoniales y espirituales de los curanderos, tienen esta misma connotación. De cualquier forma, las limpias y florecimientos son actos para renovar a la persona con la energía positiva. Y esto merece ser respetado por quienes no comparten este tipo de creencia.


[1] Don Feliciano Chasquero Surita es un reconocido curandero de 52 años de edad, que heredó y aprendió este oficio de su padre Olegario Chasquero. De sus 52 años, 37 de ellos los tiene en el ejercicio del curanderismo. De hecho, en la actualidad, los “Chasqueros” de Salalá tienen su reconocida fama como curanderos, al igual que don Juan Manuel del caserío de San Antonio o don Cipriano Surita del caserío de Yumbe. Estos son los más famosos y la nueva generación después de los muy conocidos y ahora recordados, porque ya son fallecidos, don Francisco Guarnizo, don Florentino García, don Sebastián Camizán, don Ramón Carrillo y don Néstor Herrera.
[2] Cabe resaltar aquí, que no cualquier maestro permite a una persona que participe en sus ritos como los que yo he llegado, pues piensan que estas cosas les dañaría la “mesa”. De ahí que estoy agradecido del señor Feliciano, porque cuando le dije que era para un trabajo de la Universidad Señor de Sipán, no se negó. Pienso que ha sido muy gentil con mi intensión investigativa.
[3] Afortunadamente, hay ya algunos trabajadores pagados por la Municipalidad para que, una vez terminados estos ritos, cuando la gente descienda de la cordillera, hagan limpieza de la laguna y no se la contamine. Hace unos años, las orillas de la laguna estaban llenas de prendas menores. Esto daba mal aspecto para quienes llegaban como turistas. Gracias a las autoridades, hoy el turista que llegue puede llevarse una buena impresión. La única intervención del hombre que verá en la laguna son los arreglos con piedras alrededor de ésta, para que los maestros puedan tender sus mesas.

LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA, UN DERECHO QUE HUMANIZA

La objeción de conciencia es un acto y derecho humano que debe ser respetado, tolerado y promovido por las instituciones jurídicas, que procuran garantizar la dignidad humana, como un imperativo categórico de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sobre todo en su Artículo 18 que reza así: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”[1]. Así, este artículo de la Declaración defiende los intereses de cada persona, respecto a su modo de pensar, de creer y de obrar. Los seres humanos tienen principios que exaltan la condición del hombre y estos deben ser valorados por quienes no los comparten. Por cierto, estamos hablando de un acto compuesto de dos conceptos, cuyas definiciones me parece pertinente indicar. Según el Diccionario de la Real Academia Española (2008), objeción se define como razón que se propone o dificultad que se presenta en contra de una opinión o designio o para impugnar una proposición; y conciencia, en una de sus acepciones es el conocimiento interior del bien y del mal; luego, juntando estos dos conceptos, podemos decir que, objeción de conciencia es “el derecho subjetivo a resistir los mandatos de la autoridad cuando contradicen los propios principios morales, o el rechazo al cumplimiento de determinadas normas jurídicas por considerarse éstas contrarias a las creencias éticas o religiosas de una persona”[2]. De este modo, ninguna norma o ley positiva, debería atentar contra un derecho humano que se justifica en principios morales, que no hacen sino el bien y defienden a la persona.

Este derecho está respaldado también, en el Artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde reza que “todo individuo tiene derecho a la vida, la libertad y a la seguridad de su persona”. Así, según el contenido de este artículo, maltratar a una persona por razón de su objeción de conciencia, debido a que no concuerda con una ley o norma, la misma que va en contra de sus principios, es un atropello contra la persona misma, porque atentar contra sus derechos fundamentales, es atentar contra su integridad y contra su dignidad. El dictamen del tribunal de la propia conciencia es al que debe obedecer sobre todas las cosas la persona. De esta forma estaría actuando según la razón autónoma y comportándose como un “mayor de edad”, lo que para Immanuel Kant (Prusia, 1724-1804) “significa que los seres humanos deben ser capaces de romper la subordinación a todo dogmatismo, a toda creencia afectiva irracional y a toda tradición acrítica, y proclamar su decidida voluntad de erigir en norma de conducta su propia razón”[3]. La autonomía es la característica clave de una persona que utiliza el recurso de la objeción de conciencia para preservar en su vida la coherencia entre sus principios y sus actos, los mismos que si son moralmente buenos, deberían ser tolerados y hasta elogiados por aquellos que administran la justicia y las leyes. Con esto, se estaría promoviendo una sociedad libre de todo fanatismo o dogmatismo jurídico, ideológico, cultural o religioso, y se estaría promoviendo y favoreciendo “el establecimiento de una sociedad libre, igualitaria y tolerante y la realización de un programa conducente al bienestar y al progreso de todos los seres humanos”[4].

De cualquier modo, el hecho de que el ser humano sea autónomo y se guie en la vida según el imperativo de su conciencia, o según las exigencias de sus principios morales que, absteniéndose de toda negociación, decide actuar con una protesta a través del recurso y derecho fundamental de la objeción de conciencia, a una ley que no comparte y que se aleja de sus convicciones éticas, está actuado según lo que para Kant es la razón ilustrada, la misma que tiene las siguientes características: A) Es autónoma.- Que se vale por sí misma y no necesita ayudas. B) Es limitada.- Porque busca los limites internos para saber hasta dónde puede llegar. C) Es crítica.- Con aquellos factores externos que coartan la libertad para pensar, creer o actuar. Esta es la característica, sin duda, de una razón libre, aquella que por su libertad, “puede contribuir a disipar las tinieblas culturales y lograr la emancipación (la mayoría de edad) del género humano”[5]. Consecuentemente, a la pregunta sobre el obrar moral de Kant ¿qué debo hacer?, se respondería así: seguir la voz o el dictamen de la propia conciencia. Es la norma suprema que toda persona debería seguir. Desde este punto de vista, la conciencia es una instancia que está ligada a la razón y que sólo busca ser coherente con la ley natural e inscrita en el corazón y que es “anterior y superior al ordenamiento jurídico positivo y al Derecho fundado en la costumbre o Derecho consuetudinario”[6]. La obediencia a esta ley le garantiza su dignidad como persona y su felicidad, mediante la práctica del bien y la abstención de hacer aquello que considera como moralmente malo. Luego, es la voz de la conciencia la que señala el camino de acción, tras la deliberación personal sobre la coherencia entre los principios morales y las normas jurídicas. Ahora bien, la objeción de conciencia o el derecho a vivir conforme con los principios morales, no es algo que el ser humano empezó a practicar recién con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aquellos que desde 1948 proclaman y defienden categóricamente la dignidad e integridad de la persona humana, sino que desde la antigüedad, aunque no había una ley positiva que haga consciente este derecho, fue practicado por algunos, que no dudaron en entregar su vida con el fin de ser fieles a sus principios.

A propósito de esto, en la historia de la civilización occidental, aunque jurídica y formalmente no había un ordenamiento legal que garantice el derecho a la libertad de conciencia o por qué no decir a la objeción de conciencia, vivieron personas que actuaron guiados por el mandato de su conciencia y que, con su actitud, se pusieron en contra de la autoridad y la normativa jurídica. Así, Sócrates de Atenas (479-399 a.C.), filósofo griego, considerado como uno de los más grandes de la historia del pensamiento universal es uno de ellos. Por esto es condenado a la muerte tomando cicuta. Lo relata su discípulo Platón (427-347 a. C.) en su Apología de Sócrates, poniendo en boca de éste, las siguientes palabras: “Yo, atenienses, os aprecio y os quiero, pero voy a obedecer al dios más que a vosotros y, mientras aliente y sea capaz, es seguro que no dejaré de filosofar, de exhortaros y de hacer manifestaciones al que de vosotros vaya encontrando”[7]. Asimismo, Sófocles, trágico griego (Atenas, 496-406 a.C.) predica esta actitud como coherente con los propios principios. En su tragedia “Antígona”, ésta se niega a obedecer al rey Creonte, quien impone la prohibición de hacer ritos fúnebres al cuerpo de Polinices, su hermano, como castigo ejemplar por la traición a su patria. Antígona, al intentar sepultar a su hermano y al aceptar este “delito” contra el decreto del rey, le dice a éste: “no creía yo que tus decretos tuvieran tanta fuerza como para permitir que solo un hombre pueda saltar por encima de las leyes no escritas, inmutables, de los dioses: su vigencia no es de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe cuándo fue que aparecieron”[8].  Antígona obedece la voz de su propia conciencia, antes que al ordenamiento de rey, pues a su juicio, las leyes humanas no pueden prevalecer sobre las divinas.

Asimismo, los primeros cristianos son también ejemplo de fidelidad al imperativo de la conciencia. Se negaron a adorar a otros dioses, a participar en guerras y a rendir culto a los emperadores (césares). Justamente por esto fueron  tildados de ateos, porque como los romanos, no adoraban como divino al César, sino solo a su Dios verdadero. En este contexto, el emperador Domiciano (entre los años 81-96) dictó una ley diciendo: “Que ningún cristiano, una vez traído ante un tribunal, quede exento de castigo sin que renuncie a su religión"[9]. Así, muchos cristianos fueron condenados a muerte por no renunciar a su fe en Cristo. De la misma forma, el emperador Trajano (entre los años 109-111) ordenó liberar a aquellos “cristianos” que se retractaban y adoraban a los dioses romanos, sin embargo ordenó que “los que persistan deben ser castigados”[10]. Hay que considerar aquí, que no todos eran fieles a sus convicciones. Muchos se retractaban por miedo a la muerte. Tenían la fe débil. En términos de Kant, les faltaba la autonomía. Es que, en una situación persecutoria contra los objetores de conciencia, los implicados debían tener el coraje y la fuerza suficientes para poder resistir y asumir las consecuencias contra su propia vida. Lamentablemente, así como en la actualidad, no había instituciones jurídicas que defiendan la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. Para los administradores de leyes de este tiempo, y para los gobernantes, la objeción de conciencia era considerada como un peligro contra el “orden” o sistema civil y religioso establecidos. Luego, quien vivía comportándose de acuerdo a sus convicciones morales o religiosas, pagaba con su propia vida. Pero aun así había quienes preferían la muerte antes que realizar u omitir una acción en contra de sus principios. Estos son los objetores de conciencia más genuinos de la historia, aquellos que fueron coherentes con la voz de su conciencia, hasta asumir la consecuencia de la muerte.

Afortunadamente estamos en otros tiempos, y las sociedades son liberales y democráticas, de tal forma que con más confianza se puede hacer una objeción moral a cumplir la obligación impuesta. Además, la objeción de conciencia es un derecho moral, ya que “toda persona tiene derecho a construir su concepción particular de la existencia, que incluye una determinada escala de valores, y a mantenerse coherente en su conducta”[11]. Así, la persona reclama el respeto a su dignidad, la misma que es inseparable del respeto a su conciencia y a la concepción de la vida que esta conciencia manifiesta. No obstante, para que la persona pueda tomar estas decisiones, es indispensable que haya superado lo que L. Kolhbert (EE.UU., 1927-1987) llama los niveles pre-convencional y convencional del desarrollo moral, lo que para Kant es la moral heterónoma. En efecto, la persona debe estar ya en el Nivel III, etapa conocida como moral de los principios auto-aceptados (post-convencional), es decir, “cuando la persona se pone en conflicto entre dos normas y tiene que decidirse por una”[12]. Luego, el ser humano busca la coherencia entre las propias convicciones, las acciones y el tipo de persona que se quiere ser; coherencia entre lo que se quiere para sí mismo y lo que se quiere para el resto de los seres humanos.

Por consiguiente, la objeción de conciencia es un derecho subjetivo, humano, porque humaniza la condición del hombre. Esta es la razón suficiente para que una persona utilice este recurso, ya que, de permitir lo contrario a sus principios, estaría atentando contra su propia dignidad, su integridad moral y su autonomía; en una frase, atentaría contra su ética personal. Desde este punto de vista, la acción que omite o que evita el objetor de conciencia, es interpretada como un mal que hay que evitar, obedeciendo únicamente, al dictamen de su conciencia, cuya capacidad juzga la carga moral de un acto. Así, la persona debe rendir cuentas, sobre todas las cosas, a la voz de su conciencia. De esta forma está llevando a cabo el ejercicio de su libertad individual como un derecho personal y que no es colectivo. En esto lo diferencia de la desobediencia civil, ya que ésta puede ser individual o colectiva. Es más, “el desobediente incurre en una falta por la cual puede ser penalizado, mientras que al objetor de conciencia, se le acepta excepcionalmente que no se someta a la norma, por razones morales”[13]. Además, de este modo se está garantizando el respeto a su integridad personal, lo mismo que las sociedades del presente, consideradas plurales, abiertas y democráticas deben promover; pues de esta forma se garantizaría una convivencia pacífica, entre los hombres y mujeres que objetan y entre quienes no. El pluralismo debe ser una garantía social, de tal forma que al objetor no se le considere como una excepción que se debe penalizar o censurar, como en la antigüedad, sino más bien, como un derecho humano individual que se debe tolerar, promover y hasta elogiar. A nadie se le hace daño con la objeción de conciencia. Luego, jamás fue, no es y jamás será un delito.

[1] Declaración Universal de los Derechos Humanos (10 de diciembre de 1948) aprobada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas.
[2]La objeción de conciencia”. Recuperado el 30 de setiembre  desde http://es.wikipedia.org/wiki/Objeci%C3%B3n_de_conciencia                                                  
[3] Montse Días Pedroche. La teoría moral de la ilustración: Autonomía y Libertad. Recuperado el 30 de setiembre desde http://montsepedroche.files.wordpress.com/2009/09/6eticadekant.pdf
[4] Ibíd.
[5] Ibíd.
[6] Derecho natural. Recuperado el 30 de setiembre  desde http://es.wikipedia.org/wiki/Derecho_natural
[7] Platón. Apología de Sócrates. Recuperado el 01 de octubre en http://librodot.com/es/book/filter_by_auhor
[8] Cisterna, Rodrigo (2014). Marxismo y Literatura: Sófocles- Antígona. Recuperado el 01 de octubre en https://www.marxists.org/espanol/tematica/literatura/sofocles/antigona.htm
[9] Persecución a los cristianos. Recuperado el 01 de octubre en http://es.wikipedia.org/wiki/Persecuci%C3%B3n_a_los_cristianos
[10] Ibíd.
[11] Busquests Alibés, Ester (2012). Consideraciones sobre la objeción de conciencia. Bioética Bebat, volumen 18, (66), 4-5. Recuperado el 01 de octubre en http://www.ibbioetica.org/es/contenidos/PDF/Consideraciones_objeccion_conciencia.pdf
[12] Psicología de la adolescencia. Marcombo, p.39. Recuperado el 01 de octubre en http://siteebrary.com/id/10336981
[13] Nombela Cano, César. La objeción de conciencia en sanidad. Comité de bioética de España. Pág. 11. Recuperado el 01 de octubre en www.unav.es/icf/master/graduados/13.%20Mteztorroncatolicos