Por un tiempo el Cielo
brilló con más belleza que el oro. Maat se
alió con Cupido y ocupó su misión
arcóntica en el universo celeste. Horus
era el ser más feliz de las deidades, por la alianza de estos dos dioses, los
cuales se habían puesto de acuerdo para abrirle la puerta de la vida al Cielo y
de la eudaimonía al Sol, causando
éste, el mismo sentimiento en el Cielo. Durante esa época el Sol iluminaba al
Cielo con su luz. La consecuencia: el Cielo resaltaba con su mágico y divino
color azul. Pero también el calor del Sol llenaba al Cielo de vitalidad,
animando éste a todo ser del universo, a la armonía celestial que tenía con
“su” Sol. Este orden cósmico era el paradigma de belleza para las estructuras
del universo y de los espíritus inteligentes y volentes.
No obstante, la armonía
no era eterna. Empezó en un punto de la línea del tiempo, un 25 de marzo de uno
de los años de nuestro Señor, cuando en varias partes del mundo se hablaba de
que pronto llegaría el fin. Esta armonía celestial convocó como testigos a
varios fenómenos de la naturaleza, los cuales, sobre todas las cosas
conspiraron a su favor. Esta armonía del Cielo y el Sol se vio en varias partes
del mundo. Pero pronto llegaría a su fin. El Cielo se había regido siempre por
la costumbre y no por el amor. Entonces, en un cerrar y abrir de ojos, cuando Set lo llamaba a su regazo, donde había
vivido por mucho tiempo, el Cielo decide regresar para vivir en la oscuridad,
el caos y el desierto total, antes que vivir saltando de perfecta alegría por
los efectos que en él causaban la luz y el calor de “su” Sol. Todo comienza a
oscurecerse. El Sol da luz y calor, porque esa es su naturaleza, pero ya no hay
un cielo a quien complacer.
Asimismo, en la portada
del Cielo se aprecia una inmensa nube negra, la cual impide la perfecta visión
de su verdadero color azul. Es más, cualquiera que intente ver el color
celestial, al acercarse a esta nube, se alejará rápidamente porque tiene un
hedor insoportable. Esta desgraciada y pestilente nube hace de guachimán del
Cielo, no permitiéndole que pueda ver la luz del Sol ni disfrutar de su calor. Set envío ahí a esa nube para ocultar al
Cielo en el Tártaro, de modo que, si intentara salir a ver la luz del Sol, las
cadenas de la muerte lo regresen por el túnel del Hades, sin que nadie pueda ayudarle, sino sólo la fuerza de su
voluntad para ver la luz del Sol y ser feliz el resto de sus días... Sin embargo, a pesar de todo, el Cielo siempre será Cielo para el Sol, y el Sol siempre será Sol para el Cielo... Nada cambiará hasta el fin del mundo. Así será siempre!!!
2 comentarios:
¡Interesante!... con cuánta metáfora se esconde el Amor, que al parecer, no llegó a buen fin, o mejor dicho, sí llegó a su fin... mas no es suficiente -salvo que se crea en la Eternidad- con decir que el Cielo siempre será Cielo para el Sol, y el Sol siempre será Sol para el Cielo...
¡Interesante!... Nada cambiará hasta el fin del mundo. ¡Así será siempre!
Bello, bello, bello.
Felicidades, una historia que envuelve.
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