martes, 3 de agosto de 2010

Realidad familiar hoy

La realidad de la familia en el mundo de hoy se ve profundamente afectada por los cambios socioculturales que se han producido en los últimos siglos y de manera especial en los últimos decenios. Los fenómenos de la globalización e industrialización han influido mucho en la familia. El trabajo hace que la familia pase más tiempo en su centro de labores que con su propia familia. Los núcleos de producción han dispersado el grupo familiar. Y si antes el que se ausentaba para traer los medios económicos para la casa era el varón, hoy, “la incorporación de la mujer al trabajo y su creciente independencia social han llegado a crear una situación totalmente nueva para la mujer […], puede aspirar a ejercer múltiples profesiones y tareas, en condiciones similares a las del varón”(1). Esto ha reivindicado para la mujer iguales derechos y las mismas oportunidades como las tiene el varón. Sin embargo, la familia es la más descuidada. Los hijos ya no reciben el cariño paterno-materno como antes, pues los padres se pasan más tiempo en su trabajo que con sus hijos.

Este es un modelo de familia que está condicionado por las nuevas ideas, realidades y exigencias de la sociedad de hoy. Padres alejados de sus hijos, pero no solo por las exigencias laborales, sino también por problemas conyugales. Hoy, más que en tiempos de antaño vemos que hay más familias desintegradas. El divorcio es uno de los problemas que atenta contra la integridad de las familias modernas y ostentando una doble problemática: “como realidad social que ocasiona grave daño a los individuos, a las familias y a la sociedad en general; y necesidad legislativa, derivada de esa misma realidad que reclama ser regulada, vigilada y contenida”(2). Hoy, el matrimonio, más que sacramento es valorado como contrato civil que puede ser disuelto por las leyes del Estado cuando los esposos lo requieran. Se cree que con esto se está reivindicando las libertades individuales, pero con esto lo único que se hace es atentar gravemente contra el principio de indisolubilidad: “Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos será una sola carne. Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Cf. Mt 19,5-6; Gn 2,24).

Hay diversas causas que conllevan al divorcio y a la desintegración de la familia, pero las estadísticas de la sociedad actual dicen que hay elementos comunes que encaminan a los cónyuges a la triste separación। Entre estos elementos resalta la nueva realidad de la familia:
“La incorporación de la mujer al trabajo y la nueva forma de vida de la familia y de los miembros que la componen, la idea que éstos tienen de libertad, felicidad e independencia y las aspiraciones de la pareja en orden a su bienestar y a su realización social, elementos que sitúan el valor del matrimonio y de la familia en dependencia de otros valores individuales y personales”(3).

La idea del matrimonio como unión para toda la vida se encuentra muy debilitada en la mentalidad del hombre y la mujer modernos. La imagen de la unión matrimonial que sellaba para siempre los destinos de los contrayentes, y que sitúa un ideal indiscutible en la sociedad tradicional, contrasta hoy con la conducta de no pocos ídolos de la pantalla o figuras de éxito popular que cambian de pareja con sorprendente ligereza. Luego, el divorcio no es actualmente un fenómeno que afecte sólo a determinadas clases sociales, sino que llega en la práctica a todos los sectores de la sociedad. Se ve casi diariamente en los medios de comunicación social. La consecuencia de esto es que tanto el hombre como la mujer de hoy, terminan sintiéndose poco convencidos de que el matrimonio debe ser para siempre.

Tal vez es por eso que muchos y muchas hoy día no quieren ya saber de una unión matrimonial, pues saben que el cónyuge que sufre el fracaso de su matrimonio no se adapta fácilmente a esa situación cuando encuentra un nuevo cause para rehacer su vida afectiva, sexual y familiar; que el matrimonio pierde para él o ella todo sentido si no le proporciona la deseada felicidad. Si el matrimonio no garantiza su futura felicidad, seguridad, paz y armonía en la familia; si más adelante sólo traerá sufrimiento a los esposos, hijos y familia, para muchos es mejor vivir sin el vínculo matrimonial, sin compromiso alguno. Es lamentable esta realidad, pero esto es lo que se vive y se piensa en la sociedad de hoy. “El matrimonio se ve asociado al amor que los une y a la voluntad que sienten de convivir y formar un hogar. El matrimonio es en primer lugar algo que pertenece a la intimidad de la pareja y a su libre decisión de entregarse el uno al otro. Su importancia va en relación sobre todo con la aportación que el matrimonio presta a la felicidad de la pareja, a la afirmación y seguridad, a la paz y armonía de los que la forman”(4). Pero esto es solo el ideal. En la realidad se ve otra cosa.
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(1)FLÓREZ, Gonzalo. Matrimonio y Familia. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid: 1995., p., 58.
(2)Ibíd., p., 62.
(3)Ibíd., p., 63.
(4)Ibíd.

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