sábado, 18 de julio de 2009

Comentario a algunos hechos de la historia de la ciencia

Considerando que ninguna de las teorías tiene carácter absoluto, podemos entender que todas ellas son sustituibles. Pero lo que se busca en la ciencia, es, sobre todo, el progreso mediante el éxito de una teoría en la resolución de problemas. Una teoría que pueda responder a las expectativas y a las interrogantes de los científicos. Uno de los objetivos para que la teoría sea aceptada, es la concordancia entre la teoría y los hechos, del caso contrario, esta teoría podría ser falseada y reemplazada por otra como lo sugiere Popper.

Es el caso de la teoría de la gravitación universal, que, como es sabido, ha tenido mucho éxito en la Historia de la Ciencia; pero no por eso se le puede llamar como una teoría absoluta. Fue elevada a ley por la comunidad científica, pero eso no implicó que jamás sería reemplazada. Si bien es cierto que es la teoría más corroborada de la Historia de la Ciencia, eso no significa que sus afirmaciones sobre la caída de los cuerpos sean la única explicación de tales hechos.

Para muchos fue una novedad, sobre todo porque "la gravedad, interpretada como una atracción innata entre cualquier par de partículas de materia, era una cualidad oculta"[1]; sin embargo, después empezaron las objeciones contra dicha teoría, sobre todo por su incapacidad para explicar la gravedad. Pero pese a eso, "los científicos aceptaron gradualmente la idea de que la gravedad, es en realidad innata"[2].De esa manera fue como la ley de la gravitación fue aceptada universalmente.

Pero como la ciencia busca cada vez su progreso y puesto que ninguna teoría tiene carácter absoluto, por basarse todas ellas en datos empíricos; esta teoría de la gravitación universal es remplazada más adelante por la teoría de la relatividad de Eisntein. En una situación como ésta, Popper sugiere que la teoría debe ser abandonada, pero sin antes ser reemplazada por la nueva, ya que en términos de Kuhn, "rechazar un paradigma sin ser reemplazado por otro, es rechazar a la ciencia misma"[3].

Lo que se busca es__en términos de Kuhn__que un paradigma dé una mejor explicación de la realidad, o mejor dicho, una respuesta mucho más convincente para la comunidad científica. De ahí que, como la Teoría General de la Relatividad era mucho más convincente, entonces ocupó el lugar de la ley gravitacional.

Sin embargo, hay que tener en cuenta también, que la teoría de Einstein, por el hecho de que haya reemplazado a la ley gravitacional, eso no implica que esta teoría contenga la última verdad, sería una falta de respeto a la ciencia si eso se pensara. La teoría de Einstein puede ser "falseada" y sustituida por otra, en el caso que hubiera otra alternativa más exitosa y más convincente en la explicación de tal realidad.

El paradigma einsteiano explica la caída de los cuerpos de una manera distinta a la ley gravitacional, que para la comunidad científica es mucho más convincente. Sin embargo, a pesar de ese éxito que tiene la teoría de la relatividad, sería errado afirmar con certeza que sus resultados son absolutos. Ya pasó eso con la ley de la gravitación universal, pero quines afirmaban semejante proposición, no pudieron disponer de criterios evidentes para confirmarlo.

La ley de la gravitación universal no fue tan exacta como muchos afirmaban; de ahí que tuvo que ser reemplazada por la teoría de la relatividad, puesto que ésta era mucho más convincente. Tal vez una de las preguntas sobre este cambio de paradigma sería: ¿por qué fue cambiada la ley de la gravitación universal si era la más corroborada por los experimentos? La respuesta a esta cuestión sería porque la teoría de Newton estaba incluida dentro de la de Einstein. Además si la nueva teoría tiene más elementos explicativos que la anterior, la comunidad científica siempre preferirá la teoría que dé más explicaciones. Sólo de esa forma se garantiza el progreso de la ciencia.

[1] KUNH, Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica, México, 2000. Pág. 168
[2] Ibíd.
[3] Ibíd. Pág. 131

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