domingo, 19 de julio de 2009

Comentario a la Voluntad de creer de William James

James está respondiendo al positivismo imperante, cuya tesis afirma que el método seguro de las creencias es el de las ciencias naturales y, además, que la creencia religiosa es irracional y no tiene lugar en los espíritus. De hecho, el positivista, si en algo cree es sólo en la ciencia natural, pero olvida o simplemente prefiere rechazar la posibilidad de la fe como una forma de experiencia espiritual de los hombres. El hecho que la hipótesis "Dios"no sea inmediatamente evidente como los "hechos concretos"del mundo, de los cuales prefiere manifestarse el positivismo, como únicamente verdaderos, no quiere decir que debemos erradicar toda creencia religiosa. Si bien es cierto, que a veces a la razón humana le sería mejor no manifestarse sobre la creencia religiosa, eso no quiere decir que se debe erradicar este tipo de experiencia. Tal vez es un dilema difícil, sin embargo dice James: "hay en marcha un juego entre nosotros y la naturaleza de las cosas que en el día del juicio se tiene como resultado cara o cruz"[1].

Cuando elegimos, de todas maneras una de las opciones es verdadera, pero debemos optar por aquella que en caso que haya sido errada o fallida, nada tenga que perder, más bien, en el caso de que esta opción haya sido verdadera, ganaría "la felicidad eterna [además, si de muchas posibilidades] "sólo una de ellas fuera a favor de la existencia de Dios, todavía debería apostar todo a Dios"[2]; pues; si has ganado, la recompensa será infinita y nada perderíamos si es que nos hemos equivocado en la elección. Por eso James nos está motivando a recobrar las esperanzas de la fe, porque ¿qué sentido tiene optar sólo por las ciencias naturales como únicos hechos demostrables, y obviar el sentido de la fe religiosa puesto que no es demostrada empírica o cuantitativamente? Siempre hay una posibilidad. Por eso, debemos optar siempre por la posibilidad que nada tengamos que perder en caso de un error de elección. Es necesario por lo tanto no quedarnos inundados en el manantial de la duda, sin haber elegido la verdad o el "error", además errase humanun est, el errar es propio del humano, pero es mejor que me equivoque al elegir mi creencia en Dios, si al equivocarme nada pierdo, que encerrarme en el miedo a errar si con esto no esclarezco ni mi error ni gano la felicidad eterna.

Si bien es cierto, que la ciencia ha logrado extraordinarias adelantos mediante la evidencia que proporciona su método de investigación; no se puede decir con esto que "creer algo basándose en una evidencia insuficiente es malo siempre, en cualquier lugar y para todo el mundo"[3]. Con esto la ciencia positivista está trastornando algo que es propiamente humano, y por tanto, no debemos asumirlo como hecho del cual no podemos manifestarnos, puesto que no nos ofrece evidencias concretas; sino más bien, debemos motivar el rescate de la fe a aquellos que, influenciados por "tercas" ideas positivistas prefieren limitarse sólo a hablar sólo de los hechos concretos y dejar de lado el creer religioso, aunque alguna vez lo hallan tenido. Es cierto que toda creencia religiosa es no comprobada científicamente y que por lo tanto, ningún bien o beneficio material adquiere como la ciencia empírica. Sin embargo, hay que resaltar que el hombre también es un ser espiritual y de ahí que el ámbito de la creencia religiosa constituye parte de su ser en lo que se refiere al espíritu. Tal vez, la objeción sobre esto estaría en que nos preguntaran pero ¿por qué tener tales creencias si no tenemos la certeza de su verdad? Es una pregunta que tal vez nuestros argumentos para satisfacer la respuesta no sean convincentes, por el hecho que no hay criterios inmediatamente evidentes y empíricos que puedan sustentar esa respuesta. Sin embargo, sabemos que tener fe también es una experiencia y "nos encontramos con que creemos, pero que difícilmente sabemos cómo y por qué"[4].

De hecho, presuponemos que existe una verdad, y que esa verdad nos mueve como causa final para poder alcanzarla. Sin embargo, saber con certeza cuál es esa verdad no es inmediatamente evidente. De ahí que buscamos medios para poder tener la evidencia de ella. Pero esos medios no deben fundamentarse sólo en criterios empíricos o prácticos por así decirlos, sino que por el contrario, deben ser medios mediante los cuales nos orienten también a la práctica. Esto significa también tomar una elección, y de hecho, tomar una decisión supone un riesgo, puesto que lo que se avecina es impredecible y no podemos estar seguros que hemos optado por la verdad; sin embargo debemos hacerlo. "Sobre ciertas cosas sentimos que estamos en lo cierto: sabemos y sabemos que sabemos"[5], pero no del todo estamos plenamente seguros que aquella elección es por la que deberíamos optar. Además, "nunca se ha alcanzado acuerdo alguno sobre una prueba concreta de en qué consiste realmente de que algo sea verdadero"[6].

Estamos convencidos, por lo tanto, que hay una verdad a la cual queremos llegar mediante nuestra elección. De hecho, no hay señales infalibles que nos encaminen a esa elección de la verdad; sin embargo, debemos reconocer que"no hay duda que alguien no halla considerado absolutamente verdadero, mientras su vecino lo consideraba absolutamente falso"[7]. Si hay algún imperativo al que debemos obedecer es a la búsqueda de la verdad. Sin embargo, hay quienes afirman que nuestra única opción por la verdad son los hechos reales, puesto que son evidentes y concretos. Pero con eso dejan de lado la posibilidad de la fe. No quieren arriesgarse por miedo a incurrir en el error, pero con eso sólo están mostrando "su propio y preponderante horror, privados a ser víctimas de un engaño"[8]. Actuar de esa manera, es obedecer a ese patético miedo a errar. A todos nos puede suceder, y nadie desearía equivocarse en esa elección por el afán de conocer la verdad. Eso nos produce pánico; sin embargo, debemos ser concientes que "en este mundo pueden ocurrirle cosas peores a un hombre"[9], que el simple hecho de equivocarse.

Si bien es cierto que las ciencias naturales, al basarse sólo en los hechos físicos, rara vez conocen el riesgo de equivocarse, hay que considerar que nuestra creencia no debe limitarse sólo a aceptar dogmáticamente tales hechos. El hombre también es espíritu y por lo tanto, debe recorrer otros senderos que no necesariamente están en los hechos físicos - concretos, sino sólo en las creencias religiosas. El hombre debe optar por ese tipo de creencias y no sólo limitarse a admitir los hechos de naturaleza física y excluir los hechos de naturaleza espiritual, la fe. En efecto, "lo que le interesa [al positivista] es la verdad en la medida en que está técnicamente verificada, [sin embargo] la verdad de verdades podría presentarse en una forma sencillamente afirmativa y la ciencia declinaría incluso tocarla"[10].

Aparte de eso, James dice que nuestra creencia irrumpe generalmente desde el acto de nuestra voluntad, pues uno puede aceptar o rechazar tales o cuales creencias. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en la elección de mis creencias, hay un importante y profundo influjo por parte de mis sentimientos. Sobre todo, cuando se trata de creencias en cuestiones morales, es el corazón el que influye sobre la razón para la elección; en ese sentido dice James: "si tu corazón no quiere un mundo de realidad moral, es seguro que tu cabeza nunca te hará creer en él"[11].En efecto, no se trata sólo de tener una visión racionalista de la realidad y sobre todo en el afán de conocer la verdad; sino más bien, lo que está sugiriendo James, es darle un lugar al corazón como posibilidad para conocer la verdad, pues nuestra vida no está regida sólo por la razón sino también por los sentimientos, ambos aspectos la constituyen. De ahí se puede entender que "el deseo de una verdad provoca [...] la existencia especial de esa verdad [...] y la fe basada en el deseo es una cosa ciertamente legítima, posible e indispensable"[12].

En consecuencia, lo que está buscando James con todo esto, es la recuperación del sentido de la creencia religiosa en el hombre. Esto supone una disposición de la voluntad para elegir mis creencias. De hecho, hay un cierto riesgo por caer en el error; sin embargo, es preferible arriesgarnos a errar que perder la verdad. Debemos, por tanto, apostar por la posibilidad de verdades eternas, que nos favorezcan con la felicidad eterna si es que las ganamos. Sólo en ese sentido podemos entender "que la religión se ofrece a sí misma como una opción importante [y] obligada por lo que respecta a tal beneficio"[13].

[1] LA VOLUNTAD DE CREER: Un debate sobre la ética de la creencia. Editorial Madrid-Tecnos, 2003. Pág. 142
[2] Ibíd. Pág. 143
[3] Ibíd. Pág. 147
[4] LA VOLUNTAD DE CREER: Un debate sobre la ética de la creencia. Editorial Madrid-Tecnos, 2003. Pág. 148
[5] Ibíd. Pág. 155
[6] Ibíd. Pág. 157
[7] Ibíd. Pág. 159
[8] Ibíd. Pág. 161
[9] Ibíd. Pág. 162
[10] LA VOLUNTAD DE CREER: Un debate sobre la ética de la creencia. Editorial Madrid-Tecnos, 2003. Pág. 166
[11] Ibíd. Pág. 168
[12] Ibíd. Pág. 170-172
[13] Ibíd. Pág. 173

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