sábado, 18 de julio de 2009

Razón por la que ninguna de las posturas metodológicas logra justificar la inducción


La inducción es el proceso lógico, según el cual, de enunciados particulares se infiere una proposición universal, o también, de cosas particulares podemos llegar a conocer la verdad. En ese sentido, la verdad es conocida a través de la experiencia. Las cosas que vemos y tocamos serían los medios para conocer la verdad, sobre todo, porque son medios cuánticos. La pregunta para cuestionar dicha hipótesis puede formularse de la siguiente manera: ¿cómo elevar a universal un conocimiento particular, si sólo tenemos experiencia de cierta parte de las cosas y no de todo? Ese es el problema en el que incurre la ciencia, o mejor dicho el empirismo.

Pero, puesto que no hay experiencia de la totalidad de las cosas, la inducción resulta ser una postura cuestionable y ninguna propuesta metodológica de la ciencia logra justificarla debido a que no es verificable. De ahí que para Popper, "...desde un punto de vista lógico dista mucho de ser obvio que estemos justificados al inferir enunciados universales partiendo de enunciados singulares, por elevado que sea su número; pues corre el riesgo de resultar un día falsa"[1]. En ese sentido, la justificación de dicha postura requerirá establecer un principio de tal manera que sea lógicamente aceptable.

Algunos han optado por esta hipótesis, sobre todo, porque goza de cierta seguridad y probabilidad, pero no implica que haya llegado a la verdad o que esté más cerca de la verdad que otras. De ahí que para Popper, "el conocimiento científico no puede justificarse por medio de una lógica inductiva: todo principio de de inducción...lleva forzosamente a incoherencias (incompatibilidades) lógicas"[2], sobre todo, porque no explica el paso lógico para que de premisas particulares se concluya una proposición universal.

Además, si revisamos las reglas de la lógica para los silogismos, podemos ver en la regla 8ª que "de de dos premisas particulares nada se sigue"[3]. Esta regla invalida el proceso lógico de la inducción. Pero además de eso, también estaría quebrantado la 4ª regla de la lógica, puesto que al ser enunciados o premisas particulares, los términos medios de tales enunciados serían también particulares, lo cual hace que el silogismo sea incorrecto, porque "el término medio debe ser por lo menos una vez universal"[4].

Sin embargo, pese a las dificultades de dicha hipótesis, por las cuales ha quedado invalidada anteriormente, hay que tener en cuenta que sí puede ser justificada por algunos hechos de la naturaleza. Se trata de las cosas no libres. Estas cosas siempre actuarán de la misma manera; o mejor dicho, de las mismas causas siempre se esperará los mismos efectos. Por ejemplo el fuego que quema el papel. Esto sucederá siempre, a no ser que el papel esté mojado. En este caso la inducción sí funciona.

En cierto modo, aunque observemos miles de veces los hechos, jamás tendremos la experiencia de todos los casos posibles. Esto hace que la prueba de la inducción sea una hipótesis insostenible. Sin embargo, Escoto discute el problema y dice que tal hipótesis sí es viable en el ámbito del conocimiento, porque "siempre que un gran número de eventos indica que el mismo efecto sigue siempre a una causa, que no es libre, nuestra mente puede concluir justamente que tal efecto es el resultado natural de aquella causa aun cuando el conocimiento de la secuencia de causa y efecto se puede obtener sólo a través de la percepción de los sentidos"[5].

[1] Lógica de la Investigación Científica de Karl Popper. Cita del profesor Carlos Kohatsu en su trabajo de Setiembre de 2001. Pág. 1
[2] Ibíd. Pág. 2
[3] Hno. Gustavo A. Leonardo Valverde O.F.M. Separata de Lógica. Rímac 2002, Pág. 65
[4] Ibíd. Pág. 68
[5] Ord. I, d. 3, n. 235; III. Pág. 142. Cita de Bernardino Bonansea en su libro El hombre y Dios en el pensamiento de Duns Escoto. Traducción de Fr. Gustavo Leonardo Valverde, ofm y de Carlos Kohatsu Yoshida, para uso exclusivo de los estudiantes del I.E.S. "Juan Landázuri Ricketts". Lima-Perú, marzo, 2006. Pág. 14

No hay comentarios: