martes, 7 de julio de 2009

Significado y razones de la actitud de Jesús en el templo de Jerusalén, narrada en Mt 21,12-13

En el evangelio de Mt 21,12-13 vemos que Jesús protesta contra los cambistas y mercaderes del templo. Arroja al piso todo su negocio. Y, con el propósito de encontrar razones de esta actitud de Jesús, quiero plantear las siguientes preguntas que nos ayudarán al inicio de una investigación: ¿qué razones motivaron a Jesús a actuar de ese modo?, ¿es que de verdad habían profanado el templo aquellos cambistas y mercaderes?, ¿es que los sacrificios y ofrendas no tienen sentido para Dios, sino un corazón arrepentido como dicen los profetas en las Sagradas Escrituras? Si es así, ¿cómo sería entonces el verdadero culto que a Dios agrada?

Ahora bien, en esta investigación debemos tener en cuenta qué significaba el templo para los judíos. Era el lugar más importante, pues ahí habitaba Dios y en ese lugar se debía rendir el culto. Era la sede de la presencia de Dios, “la casa de Dios”[1]. La fe en la presencia de Dios en el templo es la razón del culto que ahí se celebra. Este culto era realizado por medio de sacrificios “agradables a Dios”. Estos sacrificios podían ser “de ganado mayor o menor, o una ave, pero solamente tórtola o paloma”[2].

El problema estaba en que muchos aristócratas del templo se servían del culto para sacar beneficios económicos; además de la incoherencia de vida de éstos. De ahí que algunos profetas empezarán a hacer sus denuncias. Así, por ejemplo, Oseas dirá: “porque yo quiero amor, no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocausto” (6,6); mientras Isaías añadirá: “vuestras manos están de sangre llenas, lavaos y limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano y a la viuda” (1,11.15-17).

Por tanto, “a los sacrificios inútiles oponen la obediencia a Yahvé, la práctica del derecho y de la justicia”[3]. Y Jesús es consciente de esa realidad. No resiste, por tanto, la actitud de la aristocracia del templo y se va contra ellos. De ahí que, para Ulrich, en Jesús, “el templo es su verdadera meta”[4]. Quiere purificarlo de la profanación de los cambistas y mercaderes. Quiere restaurar en el templo, el verdadero sentido del culto. Para eso se inspira en una tradición profética: “la casa de mí, casa de oración será llamada” (Is 56,7); y, “ustedes a ella la están convirtiendo en una cueva de bandidos" (Jr 7,11).

[1] R. de VAUX. Instituciones del Antiguo Testamento, Editorial Herder, Barcelona 1992, p. 427.
[2] Ibíd., p. 529.
[3] Ibíd., p. 547.
[4] ULRICH, Luz. El evangelio según san Mateo, Ediciones Sígueme, Salamanca 2003, p. 238.

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