domingo, 19 de julio de 2009

Los Derechos humanos en Richard Rorty

Rorty busca promover una vida más razonable entre los seres humanos, para esto él se sumerge en el tema de los derechos humanos, que sin duda alguna, debe estar marcado por el bienestar y la libertad de cada individuo. Hay una serie de argumentos que llevan a validar los prejuicios de que sólo son seres humanos aquellos que comparten nuestra cultura, nuestra religión, nuestro sexo, nuestra ideología, etc. En ese sentido, ofender a quienes que no comparten nuestras características no estaríamos violando los derechos humanos. Incluso en los mundos griego y romano se hacía la diferencia, y se calificaba de bárbaros a aquellos que no compartían sus características. Sin embargo, hay que tener muy en cuenta que todas estas actitudes parten de un hecho cultural, y la cultura como tal, no es algo único o inmutable, sino contingente; pero a pesar de eso, hay quienes consideran a otros como inferiores, por el simple hecho que no comparten su cultura. Este tipo de reacciones genera desigualdad y exclusión entre los seres humanos.

No hay duda alguna que toda persona parte de una cultura, pero ésta es distinta según los pueblos, épocas y grupos sociales. Cada mundo social tiene sus rasgos ndo social tiene sus razgocaracterísticos, pero eso no implica la exclusión de otros, e incluso de pensar que al faltar a su identidad humana no hay violación de los derechos humanos. Actuar de esa manera es promover la injusticia social. Pero ese modo de pensar debe ser erradicado, sin embargo, a pesar de eso afirma Rorty citando a David Rieff, hay quienes creen que aquellos que no comparten mi cultura no son seres humanos, como "para servios, los musulmanes han dejado de ser humanos, [y lo peor de todo es que creen que si cometen asesinatos o violaciones en contra de los musulmanes, no estarían] vulnerando los derechos humanos"[1]. Tal vez a este tipo de reacción de una sociedad, se le puede atribuir de "culturalismo" o relativismo cultural al cual debemos combatir con el tema de los derechos humanos. El criterio universal para esto debe ser un mínimo básico que une a todas las culturas, y este mínimo puede ser la vida, o mejor, el respeto por la vida humana.

Debemos combatir el reduccionismo cultural, que puede conducirnos como a los servios, que consideran que al cometer asesinatos de musulmanes, "están actuando en interés de la verdadera humanidad al purificar el mundo de pseudohumanidad"[2]. O también, cuando los nazis intentaban desaparecer a los judíos y se divertían torturándolos. ¿Cómo podemos entender esto cuando hablamos de un principio de derecho a la vida promulgado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos? Es difícil pronunciarnos sobre esto, sin embargo, dice Rorty: "ninguna de estas dos clases de animales se asemeja demasiado a nosotros"[3]. Es que las actitudes de estas clases sociales se parecen más a animales depredadores, que matan sólo por placer y por preservar una ideología errada, pero no porque a través de esas acciones preservan su identidad cultural o purifican la humanidad como ellos creen.

Incluso si nos ubicamos en la sociedad peruana, podemos ver que muchos compatriotas nuestros, por el hecho de ser humildes, pobres e ignorantes, no fueron considerados como humanos, sino más bien utilizados como objetos, tanto por los partidistas revolucionarios, como por el Ejercito o la Policía Nacional. De ahí que el informe final de CVR "expone, pues, un doble escándalo: el del asesinato, la desaparición y la tortura masivas, y el de la indolencia, la amplitud y la indiferencia de quienes pudieron impedir esta catástrofe humana y no lo hicieron"[4]. El tema en cuestión no termina ahí; sino que hay quienes hacen pensar con sus actitudes, que en ellos no anida ningún sentimiento de compasión, porque incluso no quieren reconocer la existencia de aquellos muertos y desaparecidos registrados en el informe de la CVR. Negar tal realidad, implica también la negación de la condición humana de esas personas que en algún tiempo sonrieron, pero que trágicamente se les arrancó la capacidad de sonreír para siempre. El gran error de esto está en que tratan de identificar a los otros en las mismas condiciones que nosotros. Pero este tipo de pensamiento debe ser erradicado de nuestra sociedad, puesto implica una limitación en las fronteras de nuestra historia y el no compromiso con nuestra comunidad.

Es agobiante pensar en las atrocidades que sufrieron nuestros compatriotas, y este es un hecho paradójico que contradice el tan actual tema de los derechos humanos. De ahí que para Salomón Lerner, en su discurso de presentación al Informe Final de la CVR, dice: "Agobia encontrar en esos testimonios, una y otra ves el insulto racial, el agravio verbal a personas humildes, como un abominable estribillo que parece a golpiza, la violación sexual, secuestro del hijo o de la hija, el disparo a quemarropa departe de algún agente de las fuerzas armadas o la policía"[5]. Todo ese "proceso de violencia [no ha hecho sino poner] de manifiesto la gravedad de las desigualdades de índole étnico-cultural que aún prevalecen en le país"[6]. Aún nos falta madurez ciudadana y compromiso con nuestra patria, y esa es la causa de la horrenda fase discriminatoria que hemos percibido en las dos décadas pasadas del siglo XX en nuestra historia del Perú, historia que incluso causa horror recordarla. Sin embargo, no debemos echarla al olvido dejando impunes a los culpables, porque las heridas que aún sangran no sanan así.

¿Pero cuál es el aporte de la filosofía respecto a este tipo de injusticia? La posible respuesta sería: "contribuir a aclarar esta confusión, especificando qué tienen de especial los bípedos implumes, explicando qué es lo esencial a los seres humanos"[7]. Esta respuesta puede parecer insatisfactoria para muchos; sin embargo, en la medida que estos aportes presenten los rasgos humanos, de manera que la raza, la cultura, la religión, etc., sean concebidos como realidades contingentes, entonces se podrá apostar por un principio común a todos; como por ejemplo: la capacidad del logos. Pero así como hay filósofos que resaltan lo propiamente humano en la capacidad del logos, otros en cambio, pueden respaldar las injusticias mediante argumentos contrarios que parten de las acciones consumadas por seres humanos con la capacidad del logos, pero que son inconcebibles en los otros animales. De ahí que para ellos, asevera Rorty citando a Nietzsche, "todos los intentos de lograr que la gente deje de asesinarse, violarse y castrarse entre sí a la larga están condenados al fracaso, pues la auténtica verdad sobre la naturaleza humana es que somos el más sórdido y peligroso de los animales"[8].

Si definimos la naturaleza humana bajo ciertos rasgos, puede surgir la posición contraria como ya notamos anteriormente, pero entonces, ¿qué podemos hacer para remediar todas las hinchazones que asechan el organismo social? Tal vez lo único que hay que decir sobre el ser humano es lo siguiente: que el hombre es un animal histórico, y que es extraordinariamente dúctil; que no hay un solo modo de ser humano posible y que podemos dirigirlo a diferentes senderos de la vida. Pero eso depende de los procesos educativos en los que cada ser humano se educa. En ese sentido, una definición concreta de la naturaleza humana aún no la hay; sin embargo, su salida es la utopía de los derechos humanos, pero como una utopía de la Ilustración, donde todos los hombres son tratados como fines y no como medios.

Buscamos alcanzar, por tanto, una utopía ilustrada, pero ésta sólo puede ser posible en la medida en que encontremos un fundamento moral que se contraponga al "relativismo cultural", puesto que éste está asociado al "irracionalismo" que "niega la existencia de hechos transculturales moralmente relevantes"[9]. Con este criterio estamos optando por una cultura de derechos humanos universales, donde se promueva la igualdad entre los seres humanos. En ese sentido, Rorty busca vincular a la especie humana en una "comunidad planetaria dominada por una cultura de los derechos humanos"[10]. Lo que se quiere con esto es afirmar la cultura del crecimiento moral, donde se promueva el compromiso con todos los bípedos implumes, y donde pueda extenderse en todos ellos, "el respeto que sientes por las personas que son como tú"[11].

No podemos ser neutrales con el tema de los derechos humanos, o estamos a favor o estamos en contra. Aquí ocupa un lugar muy importante el ámbito de los sentimientos, pues en este sentido son más eficaces que la razón. Sin embargo, hay quienes los consideran como la parte irracional del ser humano, pero no tienen en cuenta que sólo mediante ellos podemos asistir a otros bípedos implumes en peligro. Los sentimientos nos permiten hacernos más capaces para la amistad y para la inserción social. Además, "el amor importa más que el conocimiento"[12], pero esto implica un comenzar a caminar por senderos distintos, por los senderos de la ilustración. Es un gran reto, sobre todo porque esto implica el esfuerzo por la educación de más jóvenes, para que de esa manera, la cultura de los derechos humanos sea más planetaria, pero aún es un gran desafío. Tal vez porque entre los seres humanos alberga un apetito de poder respecto a los otros, con el fin de preservar la propia seguridad y lograr las propias metas, como piensa Hobbes; pero pese a eso, nunca debemos olvidar que lo que hasta hoy ha acontecido, es una historia que habló de nosotros como seres humanos, "de lo que fuimos, y de lo que debemos dejar de ser. Esta historia habla también de nuestras tareas. Esta historia comienza hoy"[13], y de nosotros depende para que esta continúe siendo horrenda o satisfactoria y digna de ser recordada.

[1] RORTY, Richard. "Verdad y progreso", Escritos filosóficos. Ed. Paidós. Buenos Aires, 2000, Pág. 219
[2] Ibíd., Pág. 220
[3] Ibíd., Pág. 221
[4] HATUN WILLAKUY. Versión abreviada del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. 1º Edición. Perú, Febrero de 2004, Pág. 429
[5] Ibíd., Pág. 430
[6] Ibíd., Pág. 434
[7] RORTY, Op. Cit., Pág. 222
[8] Ibíd., Pág. 222
[9] Ibíd., Pág. 224
[10] Ibíd., Pág. 233
[11] Ibíd., Pág. 232
[12] Ibíd., Pág. 230
[13] HATUN WILLAKUY, Op. Cit., Pág. 432

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