domingo, 19 de julio de 2009

Sobre la democracia liberal

Cuando hablamos de una democracia y de una comunidad política, la hipótesis del atomismo debe quedar aislada, ya que ésta no busca sino conseguir una sociedad como individuos aislados. Se concibe aquí al ser humano como un ente indivisible y completamente diferente de los otros. El hombre se cree un ser aislado, pero esa concepción es fallida. Un individuo así no existe. Existe un mundo de relaciones que él no ha creado. El individuo es socializado.

Pero aparte de eso, el individuo encuentra su identidad mediante el diálogo con los otros, pues somos individuos socializados y "sólo el hombre que realiza en toda su vida y con su ser entero las relaciones que le son posibles puede ayudarnos de verdad en el conocimiento del hombre"[1]. La sociedad no se entiende desde la convergencia de fines individuales, porque si así fuera no habría una imagen de un bien común. En efecto, si se piensa de esa manera, estaríamos opacando los bienes comunes de la comunidad política, porque ya no buscaríamos el bien que favorece a todos y a cada uno de los ciudadanos, sino sólo el bien que satisface a unos cuantos individuos. La afirmación de este modo de pensar, es la prioridad del individuo y sus derechos, pero esta es una visión instrumental de la sociedad, ya que si evocamos al contrato social clásico, lo que mueve a los individuos a dicho contrato es el temor a la muerte. Los bienes interiores dejan de ser fuentes de consenso práctico; pero si pensamos de ese modo, entonces deberíamos aceptar que "los individuos constituyen la sociedad para la realización de fines que son primariamente individuales"[2].

La búsqueda de los bienes propios, por tanto, garantiza nuestro acceso a la seguridad, y sólo si el estado garantiza mi seguridad, yo le entrego mi lealtad; pero si no, la retiro. En ese sentido, la comunidad política es una parte fundamental en mi identidad. Si bien es cierto, que cada individuo tiene sus derechos, eso no implica su desligue de la comunidad política, sino más bien, la búsqueda de los bienes comunes. Pero el hecho de que el atomismo busque los bienes individuales como seres aislados de la comunidad política, se convierte en sospecha hasta el punto de convertirse en una doctrina insostenible.

Esta propuesta del atomismo, muy bien podría conjugarse con un de las ideologías que en la modernidad ha calado profundamente: el individualismo. Esta corriente, no ve al hombre sino sólo en la relación consigo mismo y excluye al otro. Esta corriente ha olvidado la capacidad de reconocimiento del otro que también influye en mi vida, y es más, o casi siempre dependo del otro para mi propio reconocimiento. El otro influye en mi historia. El otro influye en la narrativa de mi vida. De ahí que podríamos decir, que el hombre es con el otro. No puede entenderse como individuo aislado de la comunidad política.

Pero hay que tener en cuenta, que no estamos apostando por un colectivismo, puesto que éste "no ve al hombre más que en la sociedad"[3]. No lo ve como individuo, como Yo propio; sino sólo como colectivo, como un todo y no como una persona individual. No se trata de desaparecer en el océano del grupo, sino más bien, de recuperar el mundo de las interrelaciones, de recuperar "la idea de que el hombre es un ser social e incluso un animal político, porque por sí solo no es autosuficiente, y en cierto e importante sentido no lo es al margen de la polis"[4]. En ese sentido, podemos decir, "que el atomismoº afirma la autosuficiencia del hombre aislado o, si se prefiere, del individuo"[5].

En un contexto como éste, Taylor se pregunta, ¿por qué asumir los derechos individuales? Tal ves la respuesta sea porque cada individuo, por naturaleza es un ser que busca autosatisfacerse. Esta sería también una hipótesis errada, porque dicha respuesta, no tiene sino la influencia del atomismo, cuya tesis afirma los derechos individuales y los bienes individuales mas no los generales. Además, el individuo no es autosuficiente en el desarrollo de sus facultades. El individuo necesita la presencia de los otros para su realización personal. Pero, con la hipótesis del atomismo, el individuo se convierte en una sola realidad y con eso eclipsa la gama de compromiso que lo vincula con la comunidad política, que lo vincula con los otros. La consecuencia que trae esta corriente atomista, por tanto, es que la vida del individuo sea más estrecha y que el compromiso con el otro se entienda como opresivo.

"Si el atomismo significa que el hombre aislado es autosuficiente, con seguridad es una doctrina muy cuestionable"[6], porque si no se piensa al hombre como animal político, como individuo comprometido con la comunidad, las cualidades humanas no llegarán a ser fines de la comunidad, sino sólo fines de individuos aislados, egoístas y "autosuficientes". Con eso se deja de lado la hipótesis griega de que la sociedad es lo específicamente humano. Y al dejar de lado ese aspecto de nuestra vida, estaríamos olvidándonos de que "la vida en sociedad es una condición necesaria del desarrollo de la racionalidad [...], o una condición necesaria para transformarse en un agente moral en el pleno sentido de la expresión, o convertirse en un ser completamente autónomo y responsable"[7].

Incluso podríamos decir, que hoy en día, la hipótesis del atomismo ha calado bastante en la sociedad. Vemos que hay muchos personajes que se interesan por difundir un pensamiento atomista e individualista. Es una forma "terapéutica" de autorrealización según ellos. Pero lo que se está generando con esto, no es sino la formación de conciencias individuales, aisladas de la comunidad política; individuos que piensen que son autosuficientes en el desarrollo de sus facultades, y que no necesitan de los otros para su realización. Esta es una concepción fallida que debe ser erradicada de la conciencia de los individuos, porque con ese pensamiento se está excluyendo a la comunidad política como influyente en mi vida. Se está atrofiando el mundo de las interrelaciones humanas. Los títulos de algunos de esos libros son los siguientes: "La alegría de ser tú mismo", "Sé tú mismo", "Manual de un guerrero", etc. Estos libros "proponen" "estrategias" para la autorrealización y para ser "feliz". Pero parece que aún no han entendido que el hombre "es" en los otros, en la comunidad; y que necesita de los otros para el desarrollo de sus facultades.

Un individuo aislado de la sociedad, difícilmente podría conocerse y realizarse; aún más, difícilmente aprendería a amar, porque el acto de amar existe pero cuando hay una interrelación. Y ni siquiera sabría que me amo a mí mismo, porque la verdad de esto se descubre sólo si vivo vinculado con los otros. Tuvo razón Jesús cuando dijo: "amarás a tu prójimo como a ti mismo"[8]. Y esto podemos entenderlo dentro de la comunidad política, porque, si bien es cierto, que cada individuo tiene su forma única e irrepetible de vivir, de habitar lo humano, eso no implica su aislamiento de la comunidad política. Antes bien, esa forma única e irrepetible de vivir de cada individuo debe sumergirse en la sociedad, de tal manera que se enriquezca la pluralidad dentro de la comunidad política.

Y si hay una profunda identidad que caracteriza a cada individuo, esa identidad debe ser compartida en la comunidad política, porque de ahí brota el sentido pleno del reconocimiento, donde "el hombre dice tú con todo su ser"[9]. Además sólo en ese reconocimiento y en ese encuentro con los otros en el interior de la comunidad política, puedo configurar mi propia identidad, como ser único e irrepetible. Sólo reconociendo a los otros como influyentes en mi vida puedo reconocerme a mí mismo. En ese sentido, "mi propia identidad depende de modo crucial de mi relación dialógica con otros"[10].

Lo humano, por tanto, tiene sentido en cuanto los individuos se relacionan entre sí y en cuanto son partícipes de una comunidad política, pero no como individuos aislados de la sociedad y del mundo de las interrelaciones. En ese sentido, podríamos decir, que la sustancia del individuo es la relación con los otros individuos. Este es el ámbito de interhumano. De hecho, para que eso suceda, el individuo debe salir de su yoidad o de su mismidad y abrirse al encuentro con los otros mediante el acto dialógico, porque sólo "cuando el individuo reconozca al otro en su autenticidad como se reconoce a sí mismo, como hombre [...], habrá quebrantado su soledad en un encuentro riguroso y transformador"[11].

¿Cómo podríamos entender, entonces, a un individuo aislado de la sociedad, si el distintivo fundamental que lo caracteriza es la relación interhumana? Esto es inconcebible, y de ahí que la hipótesis del atomismo resulta "una doctrina muy cuestionable"[12], porque la existencia humana cobra sentido en cuanto existe una interrelación entre individuos, mediante una acción recíproca que genere un nosotros en el interior de la comunidad, y no como un "yo" aislado de la misma. Sólo en ese sentido podría decirse que lo esencial de la interrelación humana y el reconocimiento de los otros, está entre los individuos que se reconocen uno a otro y que son partícipes de la comunidad política. Sólo allí puede haber una reciprocidad de dones en el interior de la comunidad.

Estamos obligados por tanto, a no impedir que cada individuo pueda desarrollar sus facultades en el interior de la comunidad. Cada individuo tiene derecho al goce de sus facultades. Pero debemos tener en cuenta que, afirmar un derecho implica darle valor moral a las capacidades de cada individuo. En ese sentido, los seres humanos exhiben ciertas capacidades merecedoras de respeto"[13] que los diferencia de los animales, piedras o árboles. Lo que se busca con esto, es que la humanidad no debe perderse; por eso se plantea un sistema de derechos con el fin de que lo humano se preserve. No podemos disociar la condición humana del tema de los derechos. Incluso cuando hablamos de elegir un modo de vida, asumimos que cualquier elección como una capacidad humana puede ser desarrollada de tal manera que "todas las elecciones son igualmente válidas, pero deben ser elecciones"[14].

Pero debe haber una articulación entre la defensa de los derechos con la condición social del hombre, porque afirmar los derechos significa también, afirmar las capacidades de cada individuo en el interior de la comunidad. Con eso estaríamos aceptando que los hombres no son autosuficientes, ya que "no pueden desarrollar en plenitud su autonomía moral, es decir, la capacidad de forjar convicciones morales independientes al margen de una cultura política sostenida por instituciones de participación política y garantías de independencia personal"[15]. Incluso para afirmar un derecho, debemos ser concientes que lo hacemos porque pertenecemos a una comunidad política. Pero esa afirmación de los derechos debe impulsar el desarrollo de las facultades de cada individuo, porque, si privamos a los individuos de tales condiciones, los estaríamos privando de su participación política. De ahí que, para Taylor, "la aserción de ciertos derechos implica [...] la afirmación del valor de ciertas capacidades y, de tal modo, la aceptación de ciertos criterios mediante los cuales una vida puede juzgarse plena o truncada"[16].

No podemos, por tanto, afirmar la primacía de los derechos, si no vivimos insertos en la comunidad política. Necesitamos de los otros para desarrollar y para invocar nuestro derecho. En ese sentido, la sociedad nos provee de las condiciones para el desarrollo de las facultades humanas, y no podemos disociar el problema de los bienes humanos, porque la afirmación de los derechos no puede ser conseguida si su fin no es una vida humana plena. Pero eso implica también, que cada individuo pueda hacer uso de su libertad, "libertad para elegir proyectos de vida, disponer bienes, forjarse sus propias convicciones y actuar en función de ellas dentro de los límites razonables, etc."[17] Con todo esto, la hipótesis del atomismo queda descartada, porque el individuo de define a través de sus conexiones con los demás individuos. Y eso le permite pensarse a sí mismo como individuo libre, en el marco de las instituciones de la sociedad, donde se viva en libertad.

[1] BUBER, Martin, ¿QUÉ ES EL HOMBRE? Fondo de Cultura Económica de Argentina. S. A. 3ª reimpresión Argentina, 1992. p. 141
[2] TAYLOR, Charles, "LA LIBERTAD DE LOS MODERNOS", Amorrortu Editores, Buenos Aires-Madrid. 2005. Pág. 225
[3] BUBER, Op. Cit., Pág. 142
[4] TAYLOR, Op. Cit. Pág. 228
[5] Ibíd.
[6] Ibíd. 229
[7] Ibíd. 230
[8] Cf. Mt 22,39
[9] BUBER, Martin. YO Y TÚ. Ediciones Visión SAIC. Buenos Aires, 1994, Pág. 15
[10] TAYLOR, Charles. LA ÉTICA DE LA AUTENCIDAD. Ediciones Paidós, I.C.E. de la Universidad Autónoma de Barcelona. 1ª Edición, 1994, Pág. 81
[11] BUBER, Martin. ¿QUÉ ES EL HOMBRE? Op. Cit. Pág. 145
[12] TAYLOR, Charles. "LA LIBERTAD DE LOS MODERNOS", Pág. 229
[13] Ibíd. Pág. 137
[14] Ibíd. Pág. 138
[15] Ibíd. Pág. 239
[16] Ibíd. Pág. 241
[17] Ibíd. Pág. 244

No hay comentarios: