jueves, 18 de junio de 2009

Comentario al mensaje del XXIII congreso de teología sobre cristianismo y laicidad

El mensaje empieza resaltando la libertad de conciencia y la libertad religiosa. Si bien es cierto hoy se sigue insistiendo en este tema, hay que tener en cuenta que esta disyuntiva viene arrastrada desde la Revolución francesa. Fueron los “derechos del hombre y del ciudadano”, proclamados en tal acontecimiento que podríamos considerar como la base fundamental para formar un Estado peculiarmente secular. Esto no significa que el Estado promueva una política totalmente atea, sino que debe “promover las condiciones para que dichas libertades__libertad de conciencia y libertad religiosa__ de las personas y de las organizaciones sean realmente efectivas”.

En mi opinión, no sólo es oportuno sino también fraterno, que el Estado, como dice el mensaje, se preocupe por el bienestar de todos los ciudadanos. Pues el gobierno de un Estado no es solamente gobierno de cristianos o judíos o mahometanos, sino también de ateos, agnósticos o de cualquier otra forma de expresar su creencia o pensamiento. Si de algo es responsable el gobierno de un Estado, es velar por el orden y la convivencia de los ciudadanos, y preocuparse para que todos tengan pan para vivir; pero no debe controlar el pensamiento o la creencia de la gente. De ahí que, me parece pertinente que el mensaje diga que el Estado “tiene que mantenerse neutral ante las diferentes opciones religiosas, garantizando a todas ellas el ejercicio de sus derechos, al margen del arraigo que hayan podido alcanzar o de su dimensión social”.

Es importante, también, resaltar que el derecho a la libertad religiosa es de carácter laical. Y lo que se debe tratar como punto importante, es el tema de la tolerancia, que tanto se ha venido insistiendo desde la época de los ilustrados franceses, como Voltaire y Rousseau, o de Jhon Locke en el caso de Inglaterra, con su "Carta sobre la tolerancia". Esto no significa que el derecho religioso quede replegado al ámbito privado, como muy bien lo señala dicho mensaje, sino más bien que en la pluralidad de creencias y pensamientos, los ciudadanos puedan convivir en fraternidad, vivir en igualdad y respirar la libertad, que son los mismos objetivos por los cuales se desató la Revolución francesa.

Pero en lo que se está insistiendo, sobre todo, es en el principio de laicidad de las gentes. Esto no equivale a irreligiosidad como muy bien está afirmando el mensaje. Se trata de que el ámbito religioso o la Iglesia, no tenga ya una intervención directa en lo que al Estado le corresponde, respecto al “orden político de la sociedad”. Por eso que, no se podría decir que la Iglesia tiene los valores para que la sociedad tenga una buena convivencia. Pues si se trata de una ética, “la ética es laica, fruto de la razón humana, expresión individual y social”, como muy bien anota el mensaje en el numeral seis. En este sentido, se postula que el principio de laicidad sea quien rija la sociedad, puesto que ella, “es el marco jurídico y político en el que caben todas las creencias e ideologías”.

No hay comentarios: