sábado, 13 de junio de 2009

San Cipriano de Cartago

VIDA

Cipriano nació entre los años 200 y 210 en África, probablemente en Cartago. Perteneció a una familia rica, pagana y culta. Por su habilidad retórica adquirió gran prestigio en Cartago. Pero su alma, disgustada por la inmoralidad de la vida pública y privada por parte del gobierno y la administración; y tocado por la gracia, buscaba algo más elevado.

Se dice que fue por la influencia de un presbítero llamado Cecilio por la que decidió convertirse al cristianismo luego de donar todas sus riquezas a los pobres. Al poco tiempo de su conversión fue nombrado sacerdote y entre los años 248-249 elevado a obispo de Cartago por aclamación del pueblo, aunque con la oposición de algunos presbíteros ancianos.

A penas un año de su obispado, estalló la persecución de Decio en el 250. Cipriano se escondió en un lugar seguro y desde ahí no perdió contacto con los fieles y con el clero. Pero su escondite no fue aprobado por todos. Inclusive algunos presbíteros y diáconos enviaron una carta desde Roma, expresando su tristeza porque el papa había sufrido el martirio y que para ellos fue una sorpresa de que el obispo de Cartago haya huido de la persecución. Ante esa disconformidad, Cipriano presenta su carta explicando los motivos por los cuales él vio que era necesario huir. He aquí parte de su carta:
“…Según las enseñanzas del Salvador, preocupado por la paz de toda la comunidad, más que de mi propia seguridad, de momento acordé huir, a fin de evitar que mi imprudente presencia sirviera de incentivo al motín que se había armado…” (QUASTEN 1995: 637)

A esa carta incluyó las copias de otras trece, para que los eclesiásticos conozcan que a pesar de su ausencia física, él no ha dejado de preocuparse por su comunidad y por su clero. Además era su deber de pastor y él lo tenía muy claro. Algunos, durante esa persecución habían preferido renegar de su fe antes que sufrir el martirio. Pero eso había provocado discordias que trajeron como consecuencia un cisma. Algunos confesores exigían la inmediata reconciliación de los “lapsi” (aquellos que más o menos gravemente habían negado su fe).

Ante esa actitud de algunos clérigos, Cipriano se negó a acceder, debido a lo cual, Felicísimo organizó un grupo con los adversarios del obispo que encontró entre los confesores y los “lapsi”. Se unieron también algunos presbíteros que en su elección episcopal habían votado en contra de Cipriano, entre ellos Novato. Todos ellos conspiraron a favor de Novaciano contra el nuevo papa Cornelio.

Cuando Cipriano vuelve a Cartago en el 251, excomulgó solemnemente a Felicísimo y a sus seguidores. Para eso escribió dos cartas pastorales: a) De lapsi (de los apóstatas) y b) De Ecclesiae úntate. Es posible que en mayo del 251 haya convocado a un sínodo, donde aprobó la excomunión de sus adversarios. La conclusión fue que todos los lapsi fueran admitidos a la penitencia y reconciliados al menos en la hora de su muerte.

En ese contexto se desató una gran peste que provocó también mucho sufrimiento y persecución para los cristianos, porque se les hacía responsable de la indignación de los dioses. Ahí se distinguió Cipriano por su cuidado a los enfermos y su ayuda caritativa a todos los afectados, pero en poco contribuyó a calmar la exasperación de los paganos.

Ya en los últimos años de su vida, se ve turbado por la controversia del bautismo de los herejes. Al parecer, en la tradición de Cartago se repudiaba absolutamente tales ritos. Por eso incluso Tertuliano declara inválidos en su tratado De bautismo. Pero esa tesis fue sancionada por un gran concilio de obispos de África y Numandia, y luego confirmada por tres sínodos en Cartago, realizados durante los años 255-256 bajo la presidencia de Cipriano.

Al enterarse sobre eso, el papa Esteban pone una guardia a los africanos con el fin de contrarrestar cualquier novedad que se considere en contra de la tradición. A esta actitud del papa, Cipriano mantuvo firme su posición. La disputa se hacía peligrosa, pero de repente el emperador Valeriano promulgó un edicto contra los cristianos. En la persecución que siguió al edicto, el papa murió por la fe y Cipriano fue desterrado a Cucubis el 30 de agosto del 257. Un año más tarde, el 14 de septiembre del 258 fue decapitado. Es el primer obispo africano mártir.

ESCRITOS

La actividad literaria de Cipriano está íntimamente relacionada con los acontecimientos de su vida y de su tiempo. Todas sus obras fueron provocadas por circunstancias particulares, respondiendo a fines prácticos. Más le interesaba la dirección de las almas antes que las especulaciones teológicas. Tal vez no fue mejor que su maestro Tertuliano, pero “su lenguaje y estilo son más claros y mejor trabajados”[1]. Además usa muchos elementos de la Sagrada Escritura. Eso hizo que sea uno de los autores más populares de la antigüedad y la edad media. Presentamos a continuación parte de su obra literaria.

- Ad Donatum
Este escrito es el primero de Cipriano. Lo escribió a su amigo Donato, donde le cuenta los efectos maravillosos de la divina gracia en su propia conversión. Explica ahí, cómo logró la paz religiosa por medio del sacramento del bautismo. Aquí parte de su tratado:
“…fomentaba mis males como hechos ya naturales en mí: mas después que quedaron borrados con el agua de regeneración las manchas de la vida pasada y se infundió la luz en mi espíritu trasformado y purificado…” (QUATEN 1995: 642)

Aquí, como vemos, Cipriano sólo da testimonio de su conversión.

- De habitu virginum
Este tratado está dedicado a las vírgenes, a quienes llama “flores de la Iglesia, honor y obra maestra de la gracia espiritual, esplendor de la naturaleza…”[2] Luego, para Cipriano, las esposas de Cristo deben vestir con modestia y simplicidad, evitando alhajas y cosméticos. En sí son algunas normas prácticas que les sugiere, como por ejemplo, no asistir a bodas demasiado mundanas, no ir a baños mixtos, entre otras cosas.

Aparte de eso las aconseja perseverar en el camino emprendido y que consideren que consideren que les espera una recompensa. Para escribir este tratado se dice que la fuente principal de la que bebió fue de Tertuliano, del De cultu feminorum. Este tratado fue elaborado de una forma tan elegante y racional, que inclusive San Agustín lo presentó como modelo para sus jóvenes oradores cristianas.

- De lapsis
Este tratado lo escribió durante la persecución de Decio, después de dar gracias por el restablecimiento de la paz. Aquí alaba a los mártires que han servido de ejemplo para sus hermanos. Habla también de quienes prefirieron renegar de la fe antes que sufrir el martirio. Y afirma que para quienes renegaron de su fe no se les puede conceder el perdón fácilmente y a los confesores que no intercedan por ellos. Estos, dice, tienen manchada su conciencia y que más clemencia tienen aquellos que después de grandes torturas se sintieron débiles y su fe sucumbió.

- De Ecclesiae unitate
Este ha sido uno de los escritos más famosos de san Cipriano, pues tiene “alto valor de testimonio para conocer en concepto de la Iglesia”[3]. Se dice que este tratado lo envió a los confesores Romanos cuando hacían aún causa común con Novaciano contra Cornelio, obispo de Roma. Ahí dice que todos los cristianos deben permanecer en la Iglesia, porque no hay más que una sola Iglesia, la que está edificada sobre Pedro. Por tanto, el representante y garante de la unidad de la Iglesia es el obispo que está unido con sus compañeros de ministerio apostólico. Para eso fundamenta su carta según la autoridad que Jesús le da a Pedro:
“…A pedro se le da el primado, para que se manifieste que es una la Iglesia de Cristo…El que no tiene esta unidad de la Iglesia, ¿cree tener fe? El que se opone y resiste a la Iglesia, ¿tiene la confianza de encontrarse dentro de la Iglesia?...La Iglesia es también una, la cual se extiende con su prodigiosa fecundidad en la multitud, como son muchos los rayos del sol, y un solo sol…” (QUASTEN 1995: 645).

El argumento es que, “no puede tener por Padre a Dios quien no tiene por Madre a la Iglesia”[4]. Además, no puede ser mártir quien muere fuera de la Iglesia, ya que si bien es cierto que muere por el nombre de Cristo, la sangre no puede borrar la mancha de la herejía y sólo por haber corrompido el Evangelio con una interpretación demasiado reducida y no adecuada.

- De dominica oratione
Para este tratado se sirvió del De Oratione de Tertuliano. El tema principal es el del Padre Nuestro. Aquí resalta la oración del Padre Nuestro como la más excelente y eficaz, porque es el mismo Padre que se complace en oír las palabras de su Hijo. Siempre que rezamos esta oración, Cristo se convierte en abogado ante el trono celestial. Aquí parte de su tratado:
“…el Doctor de la paz…no quiso que cuando uno reza, rece para sí solo…La oración es pública y común entre nosotros, y cuando oramos, no oramos por unos solo sino por todo el pueblo, porque todo el pueblo somos uno…” (QUASTEN: 199, p. 648).

Como vemos, es una exhortación a la unidad y la concordia. Parece que su afán acérrimo era la unión de la Iglesia.

- Ad Demetrianum
Esta carta es la contestación a Demetriano, que hacía responsables a los cristianos sobre las calamidades que azotaban la ciudad, como la guerra, la peste, el hambre y la riqueza, como consecuencia de la desobediencia a los dioses.

Como respuesta a todas las acusaciones en contra de los cristianos, Cipriano empieza recordando la vejez del mundo que obedece a la ley de la usura y de la decadencia. Es muy natural que el suelo ya no produzca como lo hacía en la primavera de la creación. Pero además de eso, él dice que los verdaderos males del mundo se deben a los pecados y a la inmoralidad de los paganos, y Dios tiene derecho a castigar la desobediencia de la humanidad, pues no somos otra cosa que esclavos suyos.

Dice además, que los crímenes de los paganos han irritado a Dios y han provocado su cólera. Pero los cristianos, afirma:
“…Devolvemos la caridad a cambio de odio…Creed y vivid para que, aunque nos hayáis perseguido en el tiempo, seáis felices con nosotros en la eternidad…” (QUASTEN 1995: 650).

Vemos aquí, que el objetivo de Cipriano es fortalecer a los cristianos en su fe, amenazados por las acusaciones paganas.

- De mortalitate
Esta carta es escrita durante la persecución de Decio, donde la muerte era frecuente todos los días. El objetivo de esta fue explicar lo que la muerte significa para el cristiano fiel. Dice que este momento es para el cristiano el descanso después de un combate y que ninguno que tenga fe puede tener miedo a la salida de este mundo para entrar en otro mejor. Aquí parte de su carta:
“…Nosotros tenemos por patria nuestra el paraíso, ya hemos empezado a tener los patriarcas como nuestros padres…Gran número de nuestros allegados nos está esperando…” (QUASTEN, p. 651).

Es una carta de consuelo a los cristianos, porque los hermanos que ya se fueron no se han perdido, sino que sólo nos han precedido. Se dice que en este libro, hay muchos elementos tomados de los estoicos, especialmente de Cicerón y Séneca, pero el pensamiento de Cipriano trasciende más allá del estoico, pues se abre a la inmortalidad y a la felicidad eterna.

- De operere et eleemosynis
Este escrito es contemporáneo al De mortalitate. Aquí exhorta la práctica generosa de la limosna. A consecuencia de la persecución había aumentado el número de los pobres y necesitados, para lo cual Cipriano exhorta a la caridad con los necesitados, enfermos y moribundos. Pues como en el bautismo se concede la remisión de los pecados una vez para siempre, el ejercicio constante de las buenas obras otorga de nuevo la misericordia de Dios. Si después de la gracia del bautismo se han descarriado pueden ser limpiados otra vez.

Además, puesto que nadie está exento de alguna herida de conciencia, todo el mundo está obligado a practicar la caridad, porque es Cristo quien recibe esa caridad. Este tratado fue una de las lecturas favoritas de la antigüedad cristiana.

- De bono patientiae
Esta carta está basada en la obra De Patientiae de Tertuliano. La dependencia se manifiesta especialmente en la selección de imágenes. Aquí, Cipriano ensalza la paciencia como un distintivo especial de lis cristianos, que la poseen en común con Dios, pues de Él toma su origen esta virtud. Y todo hombre que es amable, paciente y manso es imitador de Dios Padre, que soporta aún los templos profanos. Es también imitación de Cristo quien dio mejor ejemplo de vida en la cruz y en la pasión.

- De zelo et livore
A este tratado se le ha llamado el compañero del De bono patientiae. Fue redactado al igual que del De bono patientiae durante el periodo de la controversia sobre el bautismo de los herejes, aunque para algunos fue redactado durante los cismas de Roma y Cartago.

En esta carta recuerda que al principio del mundo fue por celos y por envidia que cayó el diablo, arrastrando a los demás en su caída. Desde ese entonces es el mismo vicio el que priva al hombre de la gracia y de la inmortalidad. Esas malas inclinaciones son los más peligrosos enemigos de la unidad de la Iglesia, “de aquí que se rompa el lazo de la paz de Señor, se viola la caridad fraternal, se adultere la verdad […]”[5]. Y sólo hay una medicina en contra de estas enfermedades mortales del alma: el amor al prójimo.

- Ad Fortunatum de exhortatione martirio
Esta carta está dirigida a Fortunato. En ella hace un florilegio para robustecer la fe de los cristianos durante la persecución que se avecinaba. Los primeros títulos tratan de la idolatría y del culto del verdadero Dios, del castigo de los que sacrifican a los ídolos y de la cólera de Dios contra ellos.

Exhorta también, a perseverar en la fe hasta el fin y que las persecuciones surgen para probar a los discípulos de Cristo, pero no hay que temerles porque estamos seguros de la protección del Señor.

- A Quirinum: Testimoniorum III
Se dice que es el documento de más importancia. Contiene gran número de pasajes de la Santa Escritura, reunidos bajo muchos títulos. Lo dedica a Quirino, a quien lo llama hijo carísimo. En esta carta dice que los cristianos han tomado el favor que había sido prometido a los judíos, porque se separaron de Dios; pero los cristianos se hicieron acreedores de ese favor por el mérito de su fe.

Es un sumario de deberes morales y disciplinares, y también una guía para el ejercicio de las virtudes cristianas. Esta obra ejerció una influencia profunda y duradera en la enseñanza y predicación de la Iglesia.

- Quod idola dii non sint
En este tratado se propone demostrar que las divinidades paganas no son dioses, sino antiguos reyes que por su glorioso recuerdo, empezaron a recibir culto después de su muerte.

A fin de conservar los rasgos de los difuntos, esculpieron su imagen. Por esa causa se inmolaron victimas y se celebraron fiestas en su honor como ha sucedido en la historia. Nada más hay que justifique la conexión que existe entre las prácticas religiosas y la gloria de Roma.

Luego, en un segundo apartado demuestra que hay un solo Dios, invisible e incorruptible. Algunos han puesto en tela de juicio la autenticidad de este texto, pero han descubierto que tiene su estilo.

Conclusión

La vida de Cipriano, una vez convertido al cristianismo, y una vez ordenado clérigo, estuvo al servicio de la comunidad. Optó por servir a Dios mediante un compromiso radical con su ministerio eclesiástico. Y esa misión la realizó desde acciones concretas, desde el servicio y la limosna a los pobres.

Y si hay algo más que rescatar como ejemplo de vida para nosotros, como estudiantes de Teología, además de sus enseñanzas morales y doctrinales, creo que es su afán por la unidad de la Iglesia, su compromiso y esfuerzo por la práctica de los valores enseñados por Cristo y sobre todo, su fidelidad a Cristo aun en los momentos amargos, y su decisión irrevocable para asumir todo lo que venga por amor a Cristo.

[1] QUASTEN, Johannes. PATROLOGÍA I, B.A.C. Madrid. p. 639
[2] Ibíd. p. 243
[3] JEDIN, Hubert, MANUAL DE HISTORIA DE LA IGLESIA I. Herder, 1966, p. 375
[4] QUASTEN, op. cit., p. 646.
[5] Ibíd. p. 655

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