sábado, 13 de junio de 2009

San Juan damasceno (Khrysorrhoas)

INTRODUCCIÓN

Como es sabido, en esta última época de la patrística, el mérito de los padres es sobre todo de recopilación. La época de oro ha pasado ya, sin embargo su valor enciclopédico es incalculable.

Podemos recordar, por ejemplo, a Boecio, Casiodoro, Isidoro de Sevilla, etc., son personajes patrísticos muy importantes para la Iglesia. Su aporte enciclopédico ayudó mucho para estructurar los estudios en la Edad Media. De sus obras podemos resaltar su gran aporte al Trivium y al Quadrivium, las Etimologías, etc.

También San Juan Damasceno desempeñó un papel fundamental en la historia de la Iglesia. Tal vez sólo se le considere como pensamiento original, suyo, a su doctrina a favor de la veneración de las imágenes; sin embargo, este trabajo ha sido un gran aporte para la fe de la Iglesia.

Por otro lado, debemos resaltar también, su habilidad para sintetizar la doctrina teológica de los padres, “sobre todo las elaboraciones cristológicas propiamente bizantinas provocadas por las controversias que, del siglo V al VII, siguieron al concilio de Calcedonia. En concreto, el Damasceno asegura la transmisión casi pedagógica al Oriente cristiano del pensamiento profundo, pero difícil”[1].

1.- Vida

Juan Damasceno nació hacia el año 650[2] (otros dicen que nació entre los años 674 y 675) en Damasco (Siria). Procede de una noble familia árabe, pero cristiana. Su padre era empleado del Califa de Damasco y él _Juan_ ocupó el mismo cargo después de la muerte de su padre.

Se inició en la vida intelectual con un monje siciliano llamado Cosme (prisionero a quien su padre liberó para que sea tutor de Juan). Bajo la instrucción de este monje, Juan hizo grandes avances en campos tales como música, astronomía, filosofía y teología. Dicen sus biógrafos que era tan hábil para aprender que pronto igualó a Diofanto[3] en álgebra y a Euclides en geometría.

Su formación filosófica y científica era amplia y profunda, pero sus intereses e inquietudes eran esencialmente teológicos. Consideraba que la Filosofía y las Ciencias eran siervas de la Teología y que su misión consistía en contribuir a la comprensión de la verdad recibida a través de la revelación.

Así, respaldado por sus brillantes cualidades intelectuales, pretendió exponer sistemáticamente todo el dogma cristiano. De ahí que su pensamiento y su obra se convirtieron en las expresiones más perfectas del espíritu escolático.

Dicen sus biógrafos que de pronto dejó todos sus bienes y los repartió a los pobres. Luego,
( “hacia el año 700”) se retiró al monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén[4] y allí se dedicó por completo a leer y escribir, pues se dio cuenta de que Dios le había concedido tales cualidades, sobre todo para resumir los escritos de otros autores y presentarlos de manera que se pudieran entender.

Al comienzo sus compañeros se escandalizaban de que Juan se dedicara a escribir versos y libros, porque no era costumbre de la comunidad. Pero pronto cambiaron de opinión y le dieron plena libertad para explorar sus cualidades. Poco después “Juan V de Jerusalén (705-735) lo ordena sacerdote y aprovecha sus cualidades de erudito, poeta y predicador”[5].

En el 726 surge la controversia iconoclasta. El emperador de Constantinopla, León III, “hombre iletrado, insensible hacia el mundo de la cultura, de la estética”[6], promulga un edicto contra la veneración de las imágenes y su exhibición en lugares públicos. Este emperador pensaba que lo que el Señor había conferido al papado, también lo había conferido al emperador. Pero además de eso hay que resaltar que, León III no estaba del todo en contra de las imágenes, sino sólo de las imágenes religiosas, en especial de aquellas que representaban a Cristo. Según él, estaba intentando cortar de raíz un posible retroceso de la sociedad hacia el paganismo. Es aquí que el Damasceno llega a ser el más notable propugnador del culto a las imágenes. Y, como escritor talentoso, y encontrándose a salvo en el entorno de la corte del Califa inició la defensa de las imágenes en contra del emperador.

Una biografía del siglo X dice que al leer el emperador sus escritos, mandó que le cortaran la mano derecha a la traición, pero que su mano fue restaurada milagrosamente después de una oración ante el icono de la virgen María.

Murió de edad avanzada (hacia el 750) en el Mar Saba. “Es honrado como santo por los ortodoxos y por los católicos. Pronto fue llamado khrysorrhoas, río de oro, a causa de los dones de inteligencia, resplandecientes como el oro, que brillaban en su doctrina y en su vida. En 1980, León XIII lo proclamó doctor de la Iglesia”[7]. Su pensamiento ejerció gran influencia, tanto en el Oriente (“cf. concilio II de Nicea del 787”), como en el Occidente desde el s. XII.

2.- Mérito intelectual de Juan Damasceno

El pensamiento de Juan Damasceno constituye una síntesis de la teología de los padres griegos y sobre todo de las elaboraciones cristológicas propiamente bizantinas. Sus obras, conservadas en una tradición manuscrita muy abundante, y, traducidas pronto a otras lenguas, abarcan todos los campos de la teología.

La más célebre de sus obras es La fuente del conocimiento. Esta obra está elaborada en tres partes: a) los capitula philosophica (introducción filosófica), b) el Liber de haeresibus (historia de las herejías) y c) De fide orthodoxa (trata de Dios, de la creación, del hombre, de la encarnación…). Esta última parte, es “una colección de textos, tomados de sus predecesores y dispuestos en orden sistemático, sobre las verdades fundamentales de la religión cristiana. [Además], servirá de modelo a las “Sentencias” de Pedro Lombardo y también a la Summa teológica de Tomás de Aquino”[8]. La división “De fide orthodoxa” es la siguiente:

→ Trinidad (cap. 1-14)
→ La creación visible e invisible (cap. 15-44)
→ La cristología (cap. 45-81)
→ Cuestiones diversas como el bautismo o la veneración de la cruz (cap. 82-99)
→ Sobre la resurrección (cap. 100)

Tiene también otras obras conocidas de carácter filosófico, polémico y dogmático. Entre ellas podemos citar las siguientes:

→ Contra jacobitas
→ De duabus in Christo voluntatibus
→ Discursos contra los iconoclastas (su obra más original)
→ Comentario a las epístolas de san Pablo (sacadas de las homilías de Juan Crisóstomo y otros autores)
→ Homilías sobre la vida y muerte (De dormitione) de María, sobre la transfiguración, etc.
→ Tratados sobre el ayuno, las virtudes y los vicios, y al hagiógrafo, panegíricos de Elías, Juan Crisóstomo y otros santos; además de poemas litúrgicos y otros escritos.

3.- El defensor de las imágenes

Juan Damasceno se hizo famoso por sus escritos a favor de la veneración de las imágenes. Pues, respecto a los iletrados decía: “lo que es un libro para los que saben leer, es una imagen para los que no leen. Lo que se enseña con palabras al oído, lo enseña una imagen a los ojos. Las imágenes son el catecismo de los que no leen”[9].

En el 726, el emperador de Constantinopla, León III, dispuso la prohibición del culto a las imágenes y ahí es donde el “río de oro” escribe sus más famosos discursos contra los iconoclastas. En sus afirmaciones teológicas Juan Damasceno intenta fundar sus argumentos sobre el uso y el culto a las imágenes desde un amplísimo punto de vista teológico. Su doctrina a dicho culto la sintetizamos en los siguientes argumentos:

→ La prohibición de las imágenes en el Ex 20, 3-6 se explica teniendo en cuenta la inclinación del pueblo hebreo hacia la idolatría. Para los cristianos esta prohibición ya no es válida porque después de la Encarnación, Cristo es “el icono de los iconos”[10]. Pues, aunque Cristo asume en su hipóstasis divina toda la humanidad, también posee una individualidad humana representable.

→ No podemos hacernos una imagen del Dios omnipotente, pero Dios mismo ha hecho una imagen de su hijo con la Encarnación. Y con la Encarnación es dignificada la naturaleza humana; por tanto, se puede representar a Cristo.

→ El mismo Dios ha mantenido el sistema de comunicación en imágenes, apareciéndose en figura velada a Jacob, a Moisés, a Elías y a Daniel. Los relatos del AT son typos, anticipación del futuro.

→ Los mismos relatos ya son en sí imágenes. Son una semejanza, una participación, un paradigma, un retrato de algo, pero no es completamente igual al prototipo al que representa.

→ Recurriendo a la filosofía platónica del arquetipo de la realidad terrena, dice: “El arquetipo puede existir sin la imagen, pero no a la inversa”[11]. La imagen es una representación del arquetipo y logra establecer una relación (con Cristo).

→ A Dios adoramos, a Él solamente. A las imágenes veneramos.

4.- Doctrina teológica fundamental

Entre sus aportaciones teológicas más notables hay que mencionar las definiciones a ciertas nociones trinitarias (physis hypóstasis, perijóresis), la distinción entre voluntad divina antecedente y la consiguiente, sus explicaciones sobre la unión hipostática y sobre las dos voluntades de Cristo. “Sus principales ideas le vienen sin duda de la tradición de los padres, pero ha logrado por sí mismo no sólo armonizarlas en una síntesis equilibrada sino también imprimir a sus preferencias una marca muy personal”[12].

El Damasceno también quiere subrayar la unidad divina, de la que pasa a la “monarquía” de Dios Padre. Él es el Padre del Hijo unigénito y “proboleus” del Espíritu Santo. Así, la fórmula de la procedencia del Espíritu Santo es la siguiente: “a Patre per Filium”[13]. Luego, “el Padre produce por el Verbo el Espíritu que lo manifiesta. Es llamado Espíritu del Hijo no como (precediendo) de él, sino procediendo del Padre por él”[14].

En ese sentido, para el “río de oro”, “el Espíritu viene sólo del Padre, sólo él puede ser llamado causa, de modo que el Hijo no es causa del Espíritu, pero es el Espíritu del Hijo, no porque salga de él, sino porque viene por él del Padre”[15].

Sin embargo, para el Damasceno, “toda la vida cristiana debe orientarse a la visión de Dios, concebido más bien como divinidad que como Trinidad. El camino que conduce a esta contemplación es la pureza del corazón y el amor a Dios”[16]. Ahora bien, para alcanzar el culmen de la pureza del corazón y del amor, en el Dios que se muestra, se necesita una doble preparación:

→ Luchar contra los vicios y perfeccionarse en virtudes.

→ La penetración profunda en los misterios de la fe ortodoxa.

Así como el Damasceno ha reflexionado sobre la Trinidad, reflexiona también sobre el nombre que Dios se da: “Yo soy el que es” (Ex 3,14). Esto significa para el Damasceno “que Dios posee y reúne en sí la totalidad del ser como un océano de realidad (ousía), infinito e ilimitado”[17]. Y, respecto a los nombres inengendrado, inmutable, incorruptible, etc., dice que semejantes nombres nos dicen lo que Dios no es, sin expresar lo que es. Así, “todo lo que se puede comprender de Él es que es infinito y, por tanto, incomprensible”[18]. En ese sentido, el Damasceno sigue la teología apofática. Pero pasa lo mismo con los atributos positivos que se le dan. De ese modo, los conceptos uno, bueno, justo, sabio, etc., no nos hacen conocer la naturaleza o la esencia de Aquel a quien los aplicamos. En consecuencia, para el Damasceno Dios está más allá del conocimiento, porque sobrepasa la esencia.

CONCLUSIÓN

Juan Damasceno representa un papel fundamental en la historia de la Iglesia oriental como también en la latina. Su valor sistemático es incalculable. Pero también podemos rescatar su doctrina sobre el culto a las imágenes, sobre Cristo, sobre la Trinidad, sobre Mariología y sus especulaciones filosóficas que han sido un gran aporte para la humanidad. Después de investigar sobre la vida y obra de Juan Damasceno, no nos queda sino hacer el esfuerzo de tratar de imitar el ejemplo de su celo por la investigación y la sistematización teológica, además de su defensa por la doctrina y la fe de la Iglesia.

[1] VILANOVA, Evangelista. Historia de la Teología cristiana I; Herder, Barcelona, 1987, p. 316.
[2] DICCIONARIO PATRISTICO DE LA ANTIGÜEDAD CRISTIANA II (J-Z), Ediciones Sígueme, Salamanca, 1998, p. 1181.
[3] Diofanto de Alejandría es el más grande algebrista griego. Poco se sabe de su vida, pero sí de su obra. Resolvió problemas con ecuaciones algebraicas e inventó un formulismo particular. Su principal obra es la "Arithmetica", dedicada casi exclusivamente a la resolución exacta de ecuaciones determinadas e indeterminadas, de forma que la rama del análisis que se dedica a esta tarea, se conoce hoy en día como análisis diofántico (Cf. http://suanzes.iespana.es/suanzes/diofanto.htm).
[4] DICCIONARIO PATRISTICO, op. cit.
[5] Apuntes del curo de Historia de la Iglesia Medieval.
[6] Ibíd.
[7] VILANOVA, op. cit.
[8] GILSON, Étienne. La filosofía en la edad media, Gredos, Madrid, 1958, p. 90.
[9] Cf. http://www.corazones.org/santos/juan_damasceno.htm
[10] VILANOVA, op. cit., p. 318.
[11] Apuntes del curso de Historia de la Iglesia Medieval.
[12] DICCIONARIO PATRISTICO, op. cit., 1183.
[13] LADARIA, Luis F. El Dios vivo y verdadero, el misterio de la Trinidad, Villalobos, Salamanca, 1998, p. 351.
[14] Ibíd.
[15] Ibíd.
[16] DICCIONARIO PATRISTICO, op. cit.
[17] GILSON, op. cit., p. 91.
[18] Ibíd.

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