sábado, 13 de junio de 2009

El pensamiento de Marx

Hay que tener en cuenta que la crítica de la religión marxista, es la continuidad de la tradición ilustrada, pero con la peculiaridad de que Marx parte desde su teoría filosófica, económica y política. Aparte de eso hay que tener en cuenta también, que Marx fue educado en el seno de una familia creyente que formaba parte de una comunidad protestante que se movía en un clima racional y liberal.

Después de eso, hay que tener en cuenta que Marx, formó parte del círculo de jóvenes hegelianos, que consideraban el método dialéctico como el núcleo de la filosofía. Pero él, elabora su propio pensamiento, que está enmarcado, sobre todo, en la crítica de la religión. Eso trae como consecuencia, la reacción de protestantismo en su contra.

Pero lo que busca Marx es la emancipación de la filosofía de la religión. Incluso quiere que le Estado sea racional. De ahí que para él, el Estado es bueno si es racional y no necesita ser cristiano, ya que cristiano para él, es un Estado malo. Pero esta actitud en Marx, se entiende, porque el espíritu que brillaba en él era el de filósofo mas no el de religioso. Sólo teniendo en cuenta eso podemos entender su golpe de gracia a la religión y a la política medieval.

Si bien es cierto que los otros jóvenes hegelianos también habían iniciado su crítica a la religión y a la política actual, Marx prefiere separarse de ellos, y centra su crítica en la religión, en el marco de las instituciones políticas. Además de eso, ve la necesidad de una teoría política que oriente la acción política.

Ya Bauer había trabajado una crítica a la religión, pero había centrado una crítica en un Estado cristiano y no en un Estado en general. Marx no está de acuerdo con esto, ya que para él, la crítica debe recaer sobre el Estado en general, pero no sobre el Estado cristiano solamente. Asimismo, Bauer tiende a identificar la emancipación política con la emancipación humana. Marx tampoco está de acuerdo con esto, pues para él, la emancipación humana se logra sólo cuando el hombre individual real recobra en sí al ciudadano abstracto y se convierte en ser genérico, en su trabajo individual y en sus relaciones individuales.

Pese a todo, para Marx, la religión no atenta contra la perfección del Estado, ya que el Estado puede liberarse de la religión sin que el ser humano sea libre. De ahí que para él, el Estado puede emanciparse de la religión aun cuando la gran mayoría siga siendo religioso. Pero él prefiere un Estado político totalmente laico. En efecto, el ser humano logra emanciparse políticamente de la religión, sólo cuando ésta abandona la esfera pública y se recluye en la esfera privada. Sólo allí deja de ser la expresión del encuentro del ser humano con la comunidad, con los otros seres y consigo mismo. En ese sentido, la religión ya no es el espíritu del Estado, porque si así lo es, entonces, el Estado será imperfecto, puesto que no se legitimaría por sí mismo, sino que necesitaría recurrir a la religión como su complemento. Además, en el Estado cristiano, la religión se convierte en medio y el Estado se torna “Estado de hipocresía”.

En parte, fue Feuerback quien causó impacto en el pensamiento de Marx. Y Marx por tanto, partiendo de la crítica a la religión de Feuerback, también elabora su propia crítica, que según él, desemboca en la doctrina de que el hombre es la esencia suprema para el hombre y, por consiguiente, tiene el imperativo de echar por tierra todas las relaciones en que el hombre sea una esencia humana, esclavizada abandonada y despreciable.

Una vez que ha tratado de emancipar el Estado político de la religión, Marx asevera que las pruebas de la existencia de Dios son vanas tautologías, pues se reducen a pruebas de la existencia de la autoconciencia esencial del ser humano. Sólo en ese sentido puede entenderse que el argumento ontológico, según Marx, vendría a decir que, lo que me represente es para mí una representación real y opera sobre mí, pero no se sigue la existencia de Dios. En consecuencia, las pruebas de la existencia de Dios, resultan ser pruebas de la no existencia de Dios. Además, Dios existe sólo para quien cree que el mundo es irracional, pero quien opera así, es irracional también.

Siguiendo ese razonamiento, puede entenderse que es el hombre quien hace la religión y quien crea a Dios y no viceversa. Teniendo en cuenta esto, Marx afirma: “la religión es la conciencia de sí mismo y el sentimiento de sí mismo del hombre que aún no se ha encontrado o que ya ha vuelto a perderse”. Lo más terrible para Marx, es que, el ser humano crea dioses y se rinde a ellos. En ese sentido, la religión para Marx es una imagen desgarrada que el ser humano crea por imposición de la situación de la miseria en que vive. Respecto a esto, coincide con Feuerback al decir que, es el ser humano el que hace la religión, pero el ser humano entendido como el mundo del ser humano. En ese sentido considera la religión como la teoría general del mundo, y la ideología de todas las ideologías, puesto que busca su legitimación en una autoridad trascendente al mundo.

Como es sabido, Marx no está de acuerdo con la religión, puesto que para él, es el suspiro de toda criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de un espíritu sin espíritu. “Es el opio del pueblo”. El problema de la religión es, según Marx, que en vez de recurrir a medios adecuados para eliminar la miseria real, ofrece un “supuesto” consuelo en la otra vida, y aquí abajo en la tierra, las cosas quedan como están, a la espera del futuro premio por los sufrimientos de esta vida. Lo único que ofrece la religión es una dicha futura ilusoria, pero no real. El ser humano se ve atado a tremenda ilusión que le es un obstáculo para su emancipación.

Como ya hemos visto anteriormente, Marx ve a la religión como una ideología. Su razonamiento para llegar a esta conclusión es porque según él, el ser humano se deja engañar por apariencias. En ese sentido, en cuanto ideología, se relaciona con la economía política, porque puede convertirse en un sistema doctrinal. Pero la peculiaridad de la religión está en que puede convertirse en una ideología suprema, por el hecho de que busca dar sentido absoluto a la existencia humana y ofrece una solución definitiva para toda la humanidad. En consecuencia, lo que busca Marx, al hacer un análisis de la religión, es desmantelar la teología del valle de lágrimas y arrancar las cadenas de flores imaginarias a las que está sometido el ser humano, para que pueda recoger las flores vivas y reales.

Aparte de eso, Marx afirma que, la esencia humana se aliena en un ser creado por el propio ser humano, que lo convierte en Dios y le rinde culto. En ese sentido, la religión es una mera creación humana y, por tanto, relativa. El problema está en que los seres humanos absolutizan lo relativo, dando lugar de ese medo, a un fetichismo religioso.

Luego, Marx analiza la cuestión del judaísmo, respecto al cual dice lo siguiente: “el misterio del judío no está en su religión, sino en el judío real; que el fundamento de su religión es la necesidad práctica, el egoísmo; que el culto secular practicado por el judío es la usura; que su dios secular es el dinero”. Respecto a esto, Marx critica al judaísmo por su idolatría al dinero; y, en ese sentido, para él, la emancipación humana de los judíos sólo puede lograrse si se emancipa de la sociedad del judaísmo. Pero la pregunta para esto sería: ¿cómo se emancipa dicha sociedad? La respuesta de Marx sería la siguiente: “librándose de la alienación de la esencia humana en el dinero, o mejor dicho, de la idolatría del dinero, cuyo sustrato está en el judaísmo.

Aparte de eso, a Marx le parece inconcebible que haya ciertas prácticas religiosas, que incluso imponen verdaderos sacrificios humanos, como los ofrecidos al Dios Moloc. De ahí su crítica a la religión en general, como una mera y fallida creación humana, que no tiene argumentos estrictamente racionales y evidentes para demostrar la verdad de la existencia de un ser divino: Dios. En ese sentido, las pruebas para demostrar su existencia resultan ser vanas tautologías.

Por otro lado, Marx recurre a la idea religiosa del sacrificio para referirse a la opresión de que es objeto el trabajador en y por el capitalismo: el trabajador es sacrificado al ídolo capital, al fetiche dinero. No hay aquí ningún tipo de tolerancia, ni siquiera el sistema colonial cristiano, puesto que ha cometido horrendos “actos de barbarie y de desalamada crueldad (…) contra todas las religiones y todos los pueblos del orbe que pudieron subyugar, no encuentra precedente en ninguna época de la historia universal, ni en ninguna raza, por salvaje e inculta, por despiadada o cínica que ella sea”. Sin embargo, Marx recurre a un texto evangélico, donde dice que, no hay que acumular tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma echan a perder todas las cosas. Con ese texto, él critica el ideal ascético del puritanismo, que está en la base de la economía política de su tiempo, a la que califica de ciencia de la abstinencia, del ayuno y del ahorro.

Marx, aparte de su crítica de la religión, subraya la esencia del trabajo como potestad autocreadora del hombre; pues en ese sentido, ser humano y trabajo conforman una unidad, pero también una unidad entre el ser humano y la naturaleza. Dicha unidad se corresponde con la que se da en Cristo entre Dios y el ser humano, cuyo resultado es la reconciliación escatológica del hombre con la naturaleza, con Dios, con el género humano y consigo mismo.

A la propiedad privada también la critica. Para esto, él usa un lenguaje cristiano: pecado original. En efecto, dice: “la propiedad privada es el pecado original que ocasiona los males que sufre el ser humano, la sociedad y la humanidad”. De ese pecado original arranca la pobreza de la mayoría, y la riqueza de una minoría. Esa propiedad privada, afirma, ha convertido al ser humano en un objeto, instrumento y bestia de carga. Pero esto sucede sólo en un cierto sector que es la mayoría, porque hay quienes aun sin trabajar disfrutan de la riqueza y de lo que los pobres producen. Para salir de esa injusticia, Marx sugiere que la humanidad debe liberarse de la propiedad privada; pero esta misión le corresponde al proletariado, al igual Cristo, que pese a su condición de siervo, llevó a cabo una lucha contra el pecado.

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