sábado, 13 de junio de 2009

Dios, causa ejemplar de lo creadp (san Buenaventura)

Para desarrollar este tema, es necesario considerar que San Buenaventura sigue el dinamismo neoplatónico, cuya lógica va en un primer momento de Dios a las criaturas y en segundo momento de las criaturas a Dios.

San Buenaventura dice que no es difícil al hombre admitir la existencia de Dios y por tanto le es difícil negarla. Le basta poner atención en lo que es Dios para sentir que todo lo que es el hombre y todo lo que lo rodea proclaman su existencia. Es Dios quien le hace comprenderse así mismo y comprender las cosas. Después de esto, San Buenaventura se hace una interrogante ¿qué es el hombre? Su respuesta es: es una inteligencia que busca la verdad, una voluntad que busca la felicidad y un ser que anhela la paz, pero no una verdad, una felicidad y paz cualquiera, sino supremas.

Una vez que ha tratado de definir al hombre, San Buenaventura afirma que pensar quiere decir buscar la explicación de las cosas, y las cosas se justifican no en virtud de cualquier razón, sino de una razón absoluta, que es la razón de sí misma y fuente de toda explicación. Ningún bien y ningún fin es tal, sino en la medida en que es absoluto, válido por sí mismo. Por eso, negar la existencia del absoluto equivale ha negar la existencia misma del entender o del querer racional del hombre como tal. En efecto, dice San Buenaventura: ¿qué cosa es Dios sino la razón y el fin absoluto, causa eficiente y final de toda cosa? Nuestro pensar y nuestro querer no son otra cosa que una afirmación de Dios, de tal manera que nuestro pensamiento y nuestra voluntad existen en cuanto existe Dios, así como existe mi caminar en cuanto existe mi meta a la que quiero llegar. En consecuencia, como es imposible no pensar y no querer, así es imposible negar la existencia de Dios.

El siguiente argumento de San buenaventura es sobre la contingencia. En efecto, dice: las cosas son contingentes, si existen quiere decir que alguien que no es contingente y existe necesariamente les ha dado el ser. Además, todas las cosas se revelan dependientes de alguna causa, de algún ente increado y eterno. Nada y nadie puede darse la existencia así mismo, si la tiene o la ha recibido de otro o la ha tenido siempre. Asimismo, todos los seres se perfeccionan, pasan de la potencia al acto y ese paso no es posible sin la intervención de un ser en acto. La potencia es precedida por el acto, al que la potencia está subordinada y ordenada. El ser contingente proclama la existencia de un ser necesario.

Para San Buenaventura cualquier conocimiento de Dios puede llamarse una idea innata de Dios, que nos asiste en todos nuestros actos intelectivos; además, los aspectos metafísicos que va descubriendo de las cosas dice que proclaman la existencia de Dios, porque le hacen darse cuenta que Dios está presente en su mente, le hacen descubrir las perfecciones de Dios. La indudable verdad de la existencia de Dios puede recavar de la misma idea de Dios y no sólo de nuestra experiencia externa. En efecto, Dios es el ser del cual no se puede pensar uno mayor. El ser que no puede ser pensado como no existente es el ser en un sentido más verdadero que el ser que puede ser pensado también como no existente.
Ahora bien, Buenaventura cita a San Agustín y dice: “ninguna verdad se afirma si no es en virtud de la primera verdad”, en ese sentido, la verdad por la que se afirma toda otra verdad es en sumo grado cierta: verdadera. No es verdad sólo que Dios existe sino que Dios es tal que nada puede ser pensado con mayor certeza que él. La existencia de Dios es una verdad tal que no se puede pensar como no verdadera. Para San Buenaventura, la idea de Dios no es constituida por la mente humana, sino que es una idea que se impone y es vivida en la mente de todo hombre. En consecuencia, ningún hombre puede negar la existencia de Dios desde el momento que juzga y piensa en virtud de Dios y en ese sentido lo experimenta. Los ateos y los idólatras sólo tienen un falso concepto de Dios y las “demostraciones” de la existencia de Dios nos encaminan a formarnos un concepto de Dios, a determinar la idea confusa que ya tenemos de él.

Sin embargo todas las consideraciones concuerdan que Dios es el ser por excelencia, el sumo ser, como él mismo se dice en la Biblia “ego sum qui sum”. Para Buenaventura, también ese es el atributo más radical de Dios. El ser en el sentido más puro, más simple, y más abstracto de la palabra es también el primero, simplísimo, actualísimo, perfectísimo y máximamente uno. En consecuencia, es imposible que haya algo anterior al simplemente ser. Nada puede existir sin él. En efecto, Dios primero y eterno excluye toda dependencia y toda clase de composición, excluye toda sombra de potencialidad. Dios es absolutamente perfecto, es acto puro, perfectísimo; por lo tanto, nada le falta y nada se le puede añadir, es el principio y fin de todo la realidad, es solamente presente, no proviene de otro, nada puede perder de si mismo, no puede cambiar, no tiene límites, es inmenso, no se puede pensar cosa más grande que él, es uno por excelencia y es todo; sus perfecciones son infinitas. En consecuencia, un ser igual a Dios es imposible porque la existencia de otro destruiría todas sus perfecciones.

San Buenaventura, después de hablar de las perfecciones de Dios empieza a reflexionar sobre cómo de la unidad procede la multiplicidad, cómo los seres imperfectos hemos tenido origen de Dios, sumo e infinito ser. En efecto, dice: toda multiplicidad deriva de la unidad. De lo cual se sigue que: Dios es causa perfectísima, universalísima, y suficientísima de todas las esencias. En consecuencia, es causa eficiente, causa ejemplar y causa final de todas las cosas; es omnipotente, omnisciente y bueno; y si nos preguntarían ¿cuáles son los atributos que nos muestran que Dios ha podido crear? La respuesta es la siguiente: son tres: omnipotencia, sabiduría y bondad. Sin embargo, dice San Buenaventura: la explicación de la creación está en el Verbo que es a la vez, “similitudo expresiva”de Dios y “similitudo expresiva”de todas cosas reales y posibles, las cuales tienen por eso en el Verbo o en la idea divina, su “similitudo” o”ratio” o “exemplar” eterno. Con el Verbo, en el Verbo y por el Verbo genera “rationes” de todas las cosas. Expresándose a sí mismo, en el verbo expresa también todas las cosas reales y posibles. En consecuencia, lo múltiple encuentra su primer fundamento en la sabiduría divina. Pero todo esto no se explicaría si Dios no lo quisiera, sólo su voluntad santísima nos da razón de su existencia actual y, por eso, atribuimos a la voluntad la causalidad respecto de las criaturas, en ese sentido, se quiere decir Dios en cuanto voluntad.
Ahora bien, dice San Buenaventura: nos queda por comprender cómo Dios ha querido crear el mundo. ¿No era perfectísimo y completamente feliz sin la creación? La respuesta es la siguiente: la naturaleza de su voluntad no es otra cosa que la manifestación de su bondad. En consecuencia, el bien por naturaleza tiende a difundirse y al mismo tiempo, es el fin de todas las cosas. En ese sentido, la voluntad une en sí la causa eficiente y la causa final, de cuya unión proviene todo actuar racional. Pero ahora, San Buenaventura se hace otra interrogante, ¿por qué ha creado Dios? La respuesta a esta pregunta es porque Dios, Bondad esencial, tiende a expandirse, a comunicar a otros seres toda la bondad de la que son capaces; y termina con otra interrogante, ¿cuál es el fin de la creación? San Buenaventura dice: la gloria de Dios. En conclusión, las criaturas encuentran la razón de su existir en el hecho en que también ellas están llamadas a tender hacia el Sumo Bien, como objeto de su conocimiento, de su admiración y de su amor; de ese mismo modo, la creación se nos presenta como difusión renovadora de bondad, cuya posibilidad y medida ve Dios eternamente en el Verbo.

1 comentario:

Unknown dijo...

Quizá quieras corregir el título, causa ejemplar de lo “creado”, seguramente es un despiste.